A Mario Conde lo acusan ahora de repatriar más de 13 millones de los que supuestamente se apropió en la etapa en Banesto. El dinero que se repatria es dinero que primero se expatria. De manera que su caso hay un delito de ida y vuelta, que incluye blanqueo de capitales y organización criminal, y que le podría costar una nueva temporada a la sombra. Esta vez, como la pasta gansa y fácil es en este país un asunto de clanes familiares, están detrás los hijos y hasta un yerno. Igual que en Clan Pujol. El exbanquero es un personaje de cuidado. Desde la década de los noventa no ha dejado de alimentar la teoría de la conspiración. De modo que esta vez habrá encontrado más de una repuesta a su situación con la que explicarse a sí mismo sobre asuntos que sólo tienen explicación en la codicia. Igual que ocurre con Rato o la familia del Molt Honorable, que también se sienten del mismo modo perseguidos por razones políticas, personales, etcétera. Los investigadores sospechan que Conde se apropió en su día de 900 millones de pesetas, provenientes de Banesto y Argentia Trust, que la Justicia no pudo recuperar como aval para hacer frente a la responsabilidad civil tras la condena en ambos procedimientos. Sacó el dinero del país, y fuera de él la cantidad aumentó con los años gracias a las plusvalías que generaban las inversiones realizadas. El siguiente paso consistió en ir blanqueándola en pequeñas cantidades hasta que la confianza le animó a incrementarlas y le pillaron con el carrito del helado. Mientras todo esto sucedía, Conde se dedicaba a escribir libros sobre economía y a dar lecciones de moralidad financiera y política en las tertulias radiofónicas y televisivas. España es un lugar tremendamente acogedor para este tipo de asuntos en el que proliferan los personajes con coartada incívica dispuestos a hacer de su propia personalidad un boyante negocio basado en la experiencia personal. Ahí tienen para demostrarlo, por ejemplo, el caso del emprendedor Mario Conde.