Deportes que matan

La buena gente no puede acabar de creer que haya gente que haga negocio con la muerte ajena, ni autoridades tan corruptos que lo permitan. Parece que no bastan experiencias tan trágicas como aún presentes, como la del tabaco; o la de ciertas medicinas, que siguieron dispensándose largo tiempo a pesar de crear monstruos o matar.

Lo mismo ocurre con muchos deportes practicados al extremo, que llevan a muerte prematura a ciclistas, boxeadores, futbolistas, etc. Se dirá que son pocos los profesionales y que lo hacen por dinero. Pero hay modas que implican a millones de personas, incluso con la pretensión de favorecer la salud, como ahora el correr, la maratón (no hablo del andar). Acaban de morir dos corredores en Valencia, y los cómputos oficiales -muy incompletos- y limitados a los momentos inmediatos del acto, no a los entrenamientos ni ocurridos después, son ya de tres cifras. Si eso no abre los ojos a los «fans», quizá les ayude las cifras también recién publicadas sobre el gran negocio que suponen esas insensatas, insanas carreras a sus organizadores y patrocinadores. ¿Cómo es posible que, ante tantos hechos tan comprobados, haya todavía tantos que parece que no piensan sino con los pies?

M. Llopis PiferrerMálaga

FISCALIDADES

Son ya, y van a ser tantos los actores que desde hace tiempo eluden pagar impuestos a la Hacienda española, que, tanto si ya regularizaron su situación, como los que aún invierten sus capitales en paraísos fiscales, el fisco español y los numerosos estados que también «padecen» sus fugas de capitales, tendrán que «pactar con el diablo». De no hacerlo, el sistema capitalista del gran capital se cerrará en banda obstaculizando el funcionamiento de los gobiernos, con el consiguiente crack de las administraciones y los bancos que las financian.

Este es un reto al que de alguna forma se tendrá que hacer frente, y el pulso no va a ser nada cómodo, a no ser que además de los políticos, intervengan también los ciudadanos.

La riqueza existente proviene del trabajo de la sociedad y sus inversores, y habrá que llegar a un acuerdo «internacional», para que dichos paraísos fiscales dejen de serlo y opten por negociar el comportamiento «fiscal» que los equipare «por ley» a los demás países que viven de los impuestos «razonables» que el pueblo debe acatar, pero sin abusos.

Por ello, y ante esta realidad, demasiadas severidades no son convenientes, porque comportan la inseguridad social que nadie desea.

Lluís Vinuesa SerrateMálaga