El fútbol es tan canbiante que es capaz de propiciar un final de Liga en la lucha por el título como el que se presenta en estos momentos, con tres equipos en un pañuelo. Hace un mes todo se daba por decidido, hasta tal punto que había un equipo, el Madrid, en el que no había problemas para decir públicanente que se jugaba la temporada en la Liga de Campeones, mientras otro, el Barcelona, era más prudente en su verbalización pero ello no quitaba para que sus componentes soñasen con repetir éxitos como los de la temporada pasada.

Cuatro partidos han bastado para cambiar las cosas. El Barcelona no da pié con bola, con sólo un punto de doce posibles, y Atlético de Madrid y Real se han puesto a su altura simplemente con cumplir con lo suyo y ver cómo el rival acaba destrozado los partidos, dando vida a cualquiera al que se enfrente, en un desplome impropio de un equipo grande. El Barcelona lleva en el último mes números de colista.

Desde bajón físico, por el enorme esfuerzo al que se sometió el equipo en el tramo de temporada en el que acumulaba marca tras marca de imbatibilidad, con la puntilla que supuso los desplazamientos de los partidos por los compromisos de las selecciones nacionales, hasta el agotamiento mental que supone hacer frente jornada tras jornada a una enorme tensión, pasando por el exceso de confianza que te pueden dar los éxitos y por tanto la sensación de que eres imbatible, las causas que expliquen el bajón pueden ser muy variadas y hasta casi innumerables, pero el caso es que la Liga está casi como si hubiese acabado de empezar.

Eso, casi, porque a ver cómo reaccionan a partir de ahora los protagonistas.

Desde luego, Madrid y Atlético de Madrid tienen la ventaja del que viene por detrás metiendo presión al que va por delante, mientras el líder puede seguir tocado por la pérdida de confianza que experimenta debido a su trayectoria. Es verdad que el Barcelona depende de sí mismo, como desde el mismo momento en el que acabó el partido con el Valencia, se encargaron de expresar sus responsables, pero evidentemente se necesitan más que palabras para mantener la confianza en sus capacidades a la vista de su rendimiento en las últimas jornadas.

Precedentes hay en la Liga española de derrumbes semejantes, con pérdida de título aparejada, y para ello no hay mas que remontarse a una docena de años cuando el Madrid que entrenaba Carlos Queiroz acabó nada menos que cuarto después de dominar el campeonato durante su mayor parte. Los galácticos dejaron de tener «hambre» y se dejaron ir en un final de Liga en el que el Valencia supo hacerse con el título, un Valencia cuyo entrenador era Rafa Benítez, el mismo que llevó al Madrid al atolladero esta campaña fallando en los momentos decisivos y dando alas al Barcelona.

Al final, después de las crisis de unos y otros las fuerzas se han igualado para deparar un final apasionante, con un papel especial para el Atlético de Madrid, el del partido a partido, según su entrenador, el más limitado técnicamente del trío pero de lo más consistente, también porque está sometido a una presión muy inferior a la del Madrid y el Barcelona, cuyas exigencias son muchísimo más altas.

No hay que esperar mucho para saber cómo afecta la nueva situación pues mañana los tres aspirantes vuelven a pasar examen. El Barcelona y el Atlético, fuera, ante Deportivo y Athletic, respectivamente; el Madrid, en casa, frente al Villarreal de Marcelino. Cualquiera de los oponentes tiene su dificultad, pero puede que lo más significativo sea el modo en el que se comporten los protagonistas de esta historia, cómo son de fuertes o de débiles, porque de mano son favoritos, sobre todo azulgranas y blancos, con plantillas muy superiores técnicamente.