A un marino que pasaba por el periódico le hizo gracia que yo comparase la osamenta de nuestra democracia con las cuadernas de un barco. A España le crujen las cuadernas. Si la enfermedad es tan grave como indican sus síntomas no habrá brea ni remaches suficientes para mantenerlas unidas y sanas, sobre todo si el moho de la corrupción llegase a pudrirlas por dentro. O quizá ya lo haya hecho, como piensan algunos.

El último estrambote -esto empieza a dar una risa mala- ha sido comprobar cómo quienes aparentemente nacieron para hacer justicia, lo que hicieron fue aprovecharse de la clamorosa necesidad de que la hubiera para sacar tajada. El desencanto ciudadano que haya producido ese último desenmascaramiento, la tristeza de saber que Robin Hood y el sheriff de Nottinghan estaban conchabados, puede haber sido irreparable también. Ausbanc luchaba contra la cláusula suelo, esa vergonzosamente permitida, vampírica, argucia de las entidades financieras para evitar que el mercado, cuando resulta favorable al hipotecado, dé un poco de aire en el recibo mensual de la hipoteca a quienes más lo necesitan en plena crisis.

Luego estaban los justicieros judiciales. Manos Limpias se erigía como acusación particular frente a los poderosos, como en el referencial caso Nóos (no hace falta pensar demasiado para intuir que la acusación a la Infanta ha ´coincidido´ con la definitiva acusación publicada de que esas manos estaban, en realidad, sucias).

Demasiados años mirábamos para otro lado con la mosca detrás de la oreja cada vez que observábamos, por ejemplo, que las entidades susceptibles de ser denunciadas por Ausbanc se publicitaban en su revista. Cómo vas a fiscalizar a quien te ayuda a financiarte. Por qué si eran asociaciones sin ánimo de lucro, en ambos casos, suficientemente sostenidas por asociados y voluntarios, se aceptaba la ´subvención´ de quienes debían estar alejados para su credibilidad de la asociación que les podría denunciar. Por eso no sorprende la constatación de las mordidas que se aceptaron, según se deduce de las grabaciones conocidas, y de la casualidad -o causalidad- temporal de desorbitados pagos, probados documentalmente, con momentos delicados en la vida de quienes regían esas entidades.

Los defectos de la democracia se convierten en virtudes en el resultado final de sumas y restas complicadas. Si todo esto ha salido ahora, tras años de ser callado a golpe de talonario, para que otras cosas vuelvan a silenciarse, o porque unos han doblado el brazo a los otros en la soterrada lucha de poderes fácticos y/o siglas partidarias, poco importa ya. Ha salido.

Sólo queda constatar que el círculo de la corruptela se cierra cuando quienes la combaten con aparente fuerza también están en ella. Y no consuela aquello de ladrón que roba a ladrón€ No sólo crujen las cuadernas, el agua inunda el barco como los pestilentes lodos inundan el Guadalmedina.