Como la conversión de las cosas en su contrario forma parte de la dialéctica, ésta, por su propio juego, podría acabar convertida en metafísica, que es su contrario. Bien, no se trata de meter al lector (si ha llegado hasta aquí) en jeroglíficos, baste decir que el sistema cubano y su dialéctica revolucionaria han acabado encastrados en la quietud metafísica, incapaces ya de todo cambio. Éste llegará al final, sin duda, pues la vida se acaba imponiendo a sus captores, y el empeño castrista en fosilizarse tendrá la ventaja de mantener por cierto tiempo todavía al último parque temático del comunismo verdadero (Corea del Norte es una parodia); pero qué pena, si no se abre un canalillo a la inversión, que La Habana se continúe desmoronando día a día, mientras muchos de sus habitantes siguen pensando que sus males son sólo el resultado de una conjura del capitalismo imperialista.