Hay actuaciones urbanas que pasan desapercibidas, mientras la atención se fija en proyectos más mediáticos y en debates tan interminables como tristemente estériles: rascacielos, embovedados, etcétera; sin embargo, son estas intervenciones discretas las que contribuyen a hacer de Málaga un lugar mejor y más habitable. En estas fechas, por ejemplo, se ultima la rehabilitación de un edificio del siglo XVIII sito en el nº 17 de la calle Calvo, uno de los últimos vestigios que restan de lo que fue el ancestral barrio de El Perchel. Cuando se desmonten los andamios el resultado va a ser deslumbrante: la fachada del inmueble ocultaba bajo múltiples capas de pintura una decoración barroca de muy alta calidad que ha sido cuidadosamente restaurada. La nueva imagen de esa esquina será un hito en la regeneración de una zona devastada, pero también será un dedo acusador dirigido a aquellos que desdeñan todo patrimonio que no sea monumental y niegan todo valor material y paisajístico a la arquitectura doméstica de siglos pasados. Pero lo que hoy procede es felicitar a todos los implicados en lo que es un ejemplo modélico de cómo gastar el dinero público. El Instituto Municipal de la Vivienda ha apostado por salvar este legado destinándolo a vivienda, mediante la conversión en 8 apartamentos para mayores en riesgo de exclusión social y equipamientos comunes. Para ello ha contado con empresas especializadas del ámbito local, según proyecto y dirección del arquitecto Ignacio Dorao Moris, que ha realizado una muy loable tarea detectivesca interpretando trazas, eliminando añadidos, rescatando elementos originales y resucitando un bello patio columnado que permanecía escondido; pero utilizando resueltamente herramientas de diseño y técnicas propias de la arquitectura contemporánea cuando ha sido preciso. Chapeau, que cunda el ejemplo.