Rafa Nadal vuelve a sonreír

Rafa Nadal vuelve a sonreír. Y lo ha hecho al levantar -y morder- el trofeo en Montecarlo, donde ha derrotado al francés Gael Monfils. Con esta nueva corona, lograda en su final número cien, Rafa iguala los 28 Masters 1000 que posee Djokovic. Además se anota su título número cuarenta y ocho en tierra batida y se sitúa a uno de igualar el legendario récord de Guillermo Vilas. Nadal no podía inaugurar mejor la temporada de tierra batida, superficie en la que el depredador balear encuentra su hábitat natural. Pero hasta llegar aquí ha transcurrido una prolongada sequía. En concreto, 259 días desde que el mallorquín logró su último título ATP en Hamburgo ante Fognini. Y casi dos años, cuando sumó su postrero Masters 1000 en Madrid contra Nishikori. En aquella época ya se vislumbraban algunos nubarrones -dudas en su juego- en el horizonte. Ese periodo estéril ha resultado una eternidad insufrible para un campeón como él, acostumbrado a contar sus partidos por victorias. Por ese motivo, esta novena corona obtenida tiene un gran valor simbólico y catárgico. Gracias a ella, se ha reencontrado con sí mismo, con su propio juego y con el dulce sabor de los grandes resultados y con la felicidad cuando empuña su raqueta. Rafa ha transitado por su particular travesía del desierto acompañado por las dudas, la desconfianza, los temores, la presión, el miedo al error, la angustia. No es sencillo disputar encuentros de tenis contra una leyenda, cuando ese rival eres tú mismo. Pero el mallorquín siempre ha mantenido la fe y la serenidad. Su nivel de juego dista mucho de su mejor versión y sigue mostrando zonas de sombra. Pero Rafa, y ahí reside su grandeza, ha aprendido a enfrentarse a ellas. Nadal, aunque es un madridista confeso, practica el cholismo, esa filosofía deportiva y vital por la que nunca hay que dejar de creer en uno mismo y por la que si se cree y se trabaja, se pueden conseguir las metas deseadas.

Javier Prieto Pérez. Málaga