Como los malos equipos cuando se enfrentan a otro al que temen: plantan el autobús. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, se descuelga ahora con la idea de que el centro y el Civil lo unan macro autobuses que discurrirían por una plataforma reservada no invadible. La idea no es mala. De hecho, es bastante buena y aliviaría el tráfico haciendo además el desplazamiento muy agradable y rápido. Lo malo es que eso no es lo que firmó. Eso no es lo que acordó. Lo suyo se llama deslealtad. Un metro, un tranvía, lo acordado, sería igual de rápido y cómodo. De la Torre hace esto porque piensa con esa estrechez de alcalde de ciudad grande y no de gran ciudad que barriendo para la EMT (los autobuses) hace una putadita a la Junta, concesionaria del metro. Sería bueno preguntarle si le importa que se pierda dinero por este nuevo y absurdo cambio de opinión, veletismo y declinar del estudio serio de los asuntos. No avanza. Ciudad parada. A este paso no habrá ni metro ni tranvía, ni autobús, ni el Cristo que lo fundó, no siendo descartable que este Cristo o cualquier otro lo que funde en Málaga sea un estado de permanente abulia, parálisis y estrambotismo garbancero.

No es la primera vez que el Ayuntamiento se descuelga con una propuesta de transportes basada en macro autobuses. O sea, no es la primera vez que miente en esto. Ya lo hizo hace unos dos lustros proponiendo la puesta en circulación de macro autobuses articulados hiperlargos de lo que hicieron hasta dibujitos y bocetitos para enseñar a la prensa. Un camelo más grande que la península de Jutlandia, lugar por lo demás modélico en cuanto a transportes, siendo la nación danesa la que se asienta en el mencionado accidente geográfico, en forma de pulgar, situado encima de Alemania. Allí se desarrolla Borgen, esa serie basada en el mundo político y con la primer ministro como protagonista. Aquí juegan a protagonistillas de Borgen enredando en asuntos de técnicos que harían reír en Zambia, lugar del que no damos tantos datos como de Dinamarca por ser menor -aunque no nulo- nuestro conocimiento de la realidad de esa parte de África, buen lugar para mandar a alguien de embajador, por cierto.