Siguiendo a Mario Bunge, el sistema económico, el político y el cultural formarían parte de un mismo sistema humano, y estarían entrelazados. Bién, no nos subamos a la parra y descendamos al suelo, al suelo en este caso de la crisis en cuyo borde aún hacemos vida. Lo cierto es que el hundimiento parcial del sistema económico en Occidente ha arrastrado al sistema político, pues el fracaso del primero, y los daños provocados, han hecho perder la confianza de la gente en el segundo. Así hay que ver las cosas, creo, para entenderlas, y así se explica que la quiebra de la fidelización entre gobernados y gobernantes haya llevado a buena parte de éstos a los extrarradios del sistema, por un lado al populismo más o menos aislacionista y xenófobo y por otro al radicalismo antisistema. En medio de ambos, los supervivientes del viejo modelo se miran con perplejidad, paralizados por el miedo.