ías atrás supimos que Europa había salido de la crisis al recuperar -e incluso superar- el pulso financiero del año 2008; pero ya se sabe que la alegría dura poco en casa del pobre. Sin dar tiempo siquiera a que nos felicitemos, los cenizos de guardia ventean ya una nueva recesión que se produciría en el caso -nada improbable- de que China se venga abajo y arrastre al tenderete de la economía mundial.

Sostiene ese mal agüero un tal Jean Pisani-Ferry, miembro del Project Syndicate, en un artículo sombríamente titulado: «Preparémonos para la próxima recesión en Europa». A juicio de este experto que asesora al primer ministro francés Manuel Valls, el crecimiento de la economía europea está siendo más bien decepcionante, si se tiene en cuenta el derrumbe de los precios del petróleo y el bajo coste del dinero. De España, que aún tardará un año o por ahí en recuperar los niveles de producción anteriores a la crisis, ya ni hablamos, claro está.

Razones no le faltan a Pisani-Ferry para aguarnos la fiesta (que, en realidad, ni siquiera había empezado). Los americanos, que van siempre por delante en estos asuntos, salieron de la crisis hace cinco años, en la mitad de tiempo que le llevó a Europa recuperarse del sofocón. Y

además, lo han hecho mucho mejor. Su nivel de paro es también la mitad del europeo y, no hará falta decirlo, la cuarta parte del español.

En esto se conoce que Europa es mucho menos creyente que los Estados Unidos, país de pioneros que llegaron a América con la Biblia en la mano. Christine Lagarde, la jefa del Fondo Monetario Internacional que viene a ser la moderna representante del Altísimo en este mundo, aventuraba no hace mucho su confianza en que «los siete años de debilidad económica se conviertan ahora en siete años de bonanza».

Lagarde aludía, sin citarlo, al pasaje bíblico en el que Yahvé le profetizó al faraón de Egipto siete años de vacas gordas tras los siete de vacas anémicas que, en el caso de España, correspondieron a la engañosa opulencia vivida por el país durante la era dorada del hormigón.

La profecía del FMI se cumplió -incluso con adelanto- en el caso de los Estados Unidos y también, con el retraso habitual, en una Europa que justamente ahora estaba saliendo de su penitencia de siete o tal vez ocho años de vacas escuálidas. Lo que no está claro es que hayamos entrado, según la norma del Antiguo Testamento, en un ciclo de vacas hermosas y ubérrimas para las finanzas.

Eso opina al menos el agorero Pisani-Ferry, quien sugiere que nos preparemos para nuevas tribulaciones financieras cuando creíamos -sin mucha fe- estar dejando atrás las anteriores. Tan mal ve la situación el economista que ni siquiera excluye la posibilidad de que el Banco Central Europeo reparta directamente pasta a los ciudadanos para ver si así se anima el decaído consumo.

De ser cierto el pronóstico, los europeos en general y los españoles en particular entraremos en otra crisis justo cuando estábamos a punto de superar la anterior; y quizá ya no nos dé el cuerpo para tantos disgustos.

El único consuelo es saber que los expertos en finanzas suelen fallar en sus predicciones casi tanto como la bruja Lola e incluso más que los meteorólogos. Ningún economista supo ver venir la crisis de hace siete años; y no hay razón para pensar que sus métodos de adivinación hayan mejorado desde entonces. Es la esperanza que nos queda.