El contencioso del Sáhara Occidental, que un día fue colonia e incluso provincia española (como Argelia lo había sido francesa), es como un Guadiana que desaparece durante largos períodos y que reaparece cuando uno menos se lo espera, muchas veces por razones que tienen que ver más con la política interna de las partes enfrentadas que con la verdadera naturaleza del problema, que está estancado desde hace muchos años.

En plena agonía de Franco, el rey Hassan II de Marruecos lanzó la “Marcha verde” con visión histórica y arriesgando acertadamente a que el régimen moribundo de Franco no querría cargar con un problema colonial que añadir al período de incertidumbre que se abría para España. Tuvo razón y tras un desairado viaje del entonces príncipe de España y hoy rey Felipe VI, donde primero le hicieron decir digo y luego Diego, España se retiró con bastante más pena que gloria del Sahara como siete años antes había hecho de Guinea Ecuatorial. A la retirada de España contribuyeron también los errores del Frente Polisario, mal aconsejado, que atacaba nuestra retaguardia mientras todavía intentábamos avanzar con el Plan Rydbeck que preveía la organización de un referéndum de autodeterminación bajo supervisión de la ONU. De forma que con Franco muriendo, los polisarios incordiando y los marroquíes avanzando cantando hacia la frontera, es explicable (aunque no justificable) que el gobierno de la época tirara la toalla y firmara los llamados Acuerdos de Madrid por los que entregaba la administración del territorio a Marruecos y Mauritania, matizando en la carta del embajador De Piniés unos meses más tarde que no habíamos entregado la soberanía por la buena razón de que no era nuestra.

El resto es conocido, hubo una guerra que duró hasta 1991 en la que el Polisario derrotó a Mauritania y luego Marruecos derrotó al Polisario y edificó un muro lleno de armas y minas que rodea al 80% del territorio. Hubo muchos muertos y el desplazamiento hacia el desierto argelino de la mitad más o menos de los saharauis, que viven desde entonces en condiciones muy precarias, “inaceptables” ha dicho hace un mes el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, durante una visita a uno de los campos de refugiados del Frente Polisario. Esa visita molestó mucho en Rabat y también que Ban se refiriera a los territorios “ocupados” por Marruecos. Cuando se excusó ya era tarde pues sus declaraciones habían provocado una tormenta política en Marruecos, el rey Mohamed VI se negó a recibirle y miles de marroquíes se manifestaron en las calles contra las Naciones Unidas. En Marruecos no hay divisiones sobre este asunto: los conservadores, los nacionalistas, los comunistas, los islamistas moderados o radicales, los socialistas y los bereberes coinciden con el Palacio, con el Makhzén y con el Ejército en que digan lo que digan las Naciones Unidas, el Tribunal Internacional de La Haya y el mundo entero, el Sahara es marroquí y punto.

El Frente Polisario tiene el apoyo de Argelia, que utiliza el problema en beneficio propio dentro de la pugna que mantiene con Marruecos por la hegemonía en el África noroccidental, algo que ha envenenado las relaciones entre ambos países hasta el punto de que sus fronteras llevan cerradas una veintena de años tras un atentado terrorista en Marrakech. Argelia ha armado, alimenta y da combustible al Frente Polisario, pero difícilmente está en condiciones de apoyarle en la eventual reanudación de las hostilidades militares con las que éste a veces amenaza. Y ahora acaba de amenazar de nuevo por boca de su presidente Mohamed Abdelaziz cuando Marruecos, irritado con Ban Ki-moon, tomó la decisión de retirar la subvención de tres millones de dólares que da anualmente a la MINURSO, cerrar su oficina militar en Dajla y expulsar a sus 84 empleados civiles, dejando solo a algunos militares. La MINURSO es la Misión de las Naciones Unidas Unidas para la Organización de un Referéndum en el Sahara Occidental, que fue creada en 1991 y que aunque no ha conseguido organizarlo por desacuerdos fundamentales entre las partes sobre quiénes deben votar y sobre el mismo objetivo de la consulta (la independencia para los polisarios y la autonomía para los marroquíes), al menos evita incidentes con el despliegue de sus patrullas militares, sus labores de observación e inspección, y la creación de modestas medidas de confianza (como visitas) entre los saharauis de ambos lados del muro. Tras un mes de tensión y tras repetidas amenazas del Frente Polisario de reanudar las hostilidades, el Consejo de Seguridad ha aprobado el 29 de abril la prórroga de la MINURSO durante un año más. Esta resolución ha contado con el voto de España, mientras Venezuela y Uruguay votaron en contra y Rusia, que tiene derecho de veto, se ha abstenido para manifestar su rechazo a la actitud marroquí.

El contencioso está bloqueado. Desgraciadamente no hay perspectivas de organización del referéndum en un plazo ni próximo ni lejano. En mi opinión tanto Argelia como Marruecos están cómodos con el actual estatu quo y son las familias saharauis separadas desde hace cuarenta años las que sufren mientras la evolución mundial, la inestabilidad en el Sahel y el terrorismo que por allí circula a cargo de grupos vinculados a Al Qaeda o al mismo Estado Islámico, no favorecen la creación un pequeño país independiente y necesariamente débil en frente de Canarias. En política y en diplomacia ignorar estas realidades no conduce a nada.

*Jorge Dezcállar es diplomático