Mariano Rajoy ha grabado un vídeo de precampaña en el que pide concordia. Podría haber pedido un tinto de verano, paz en el mundo, lluvias para paliar la sequía o más merenderos en el litoral. Pero ha pedido concordia. Estas cosas son así. De repente, un asesor se levanta y le dice al presidente del Gobierno: concordia, presidente. Tienes que pedir concordia. Tráeme una cámara, contesta el presidente. Y le graban un vídeo. Hemos visto el documento audiovisual y más que ganas de concordia nos ha venido un bostezo y ganas de echar la que llaman siesta del obispo, que a lo que se ve son dos horas de glorioso sueño panza arriba justo antes de almorzar. No obstante hemos escuchado el mensaje con mucha concordia. No con una concordia infinita, pero sí con una concordia como la que proporciona la intimidad de la casa de uno en hora de nulas distracciones. Rajoy también dice que hay que votar, ahora, en serio. Lo cual quiere decir que lo de antes ha sido un cachondeo. No descarte el lector, incluso el elector, que sea ese el único y oculto motivo del tal vídeo: que el presidente nos diga que somos todos unos cachondos... ¿por haber quedado él el primero y más votado en esos comicios?

Rajoy pide concordia y pasa como cuando un famoso dice que se ha comprado una determinada novela: todos quieren leerla para estar al día o saber qué lee el famoso admirado en cuestión. Yo mismo he ido esta mañana a tomar café y en vez de churros he preguntado si tenían concordia, a lo que el camarero me ha respondido que suelen tenerla hasta las diez o diez y media, hora en la que se le agolpan todos los oficinistas pidiendo pitufos mixtos y se le agotan la paciencia, los modales y, por supuesto, la concordia. También el jamón y el queso, claro. La concordia es un viento que igual viene y se va. Concordiémonos todos en la lucha final. La concordia como antesala del guerracivilismo que lleva implícito toda campaña. Donde hay concordia siempre hay victoria, decía Publio Siro, poeta romano, que tal vez los asesores de Rajoy hayan leído ratificando eso de que, incluso en las campañas electorales modernas y tendentes al rederío social está casi todo inventado. Aquí paz y después, concordia.