Considerando una media de diez planetas por cada estrella, existen en el universo tres cuatrillones de planetas. Vamos a escribir la cifra tal cual para redondear esa impresionante dimensión: 3.000.000.000.000.000. 000.000.000 planetas. Pues bien, día sí, día también nos bombardean con el descubrimiento de diez, cien o mil exoplanetas, que son los que no pertenecen al sistema solar, así que militan en ese casi infinito océano de los tres cuatrillones de objetos siderales indicados. Juegan con la buena fe, la credulidad simple, la ignorancia o lo que sea del respetable. El caso es dar novedades aunque cursen por las vías más ridículas y en un gradación de trillones. Ciertamente se podría dar una noticia de nuevos exoplanetas cada millonésima de segundo y llegar al día de Juicio Final, en el valle de Josafat, sin alcanzar ni la milésima de la milésima de la milésima parte del contingente. Y después de la ridícula novedad, el mensaje subliminal: ¿crecen las posibilidades de encontrar vida? El caso es animar a la gente, o sea al contribuyente, para que pague impuestos con alegría a fin de alimentar proyectos científicos disparatados con un auto objeto como meta: los salarios directos de los hombres y mujeres de ciencia o indirectos a través de tesis, congresos, publicaciones, grandes aparatos y tal y tal y tal. ¿Y si hay vida más allá? Con ese anzuelo el personal pica y venga euros. La conspiración es gigantesca. Por ejemplo, el canal de Historia que era magnífico se ha convertido en un timo a cuenta de inventar astronautas extraterrestres.