Justo lo contrario que en la famosa obra de Oscar Wilde, en el PP de Málaga se han ido desechando los nombres ilustrísimos, esos fijos en la quiniela, para que la cabeza de lista a las generales (ojo, precisamente a estas generales en las que el PP se juega tanto) haya terminado en Carolina España (a quien, por cierto, se le alaba tanto su preparación como al actual Rey, lo que supone que los anteriores ocupantes de ese puesto en la lista parece que no lo fueran). Carolina parece que todavía no ha dicho que sí ni que no, pero espero que se mantengan las expectativas que sobre ella han depositado, y las eluda alegando incomodidad, dedicación local, obligaciones de fedatario público, hora en la barbería o un asado en el horno, como han hecho otros y otras.

Hace unas semanas alguien se preguntaba quiénes integraban la lista del PSOE en las pasadas elecciones, y hubo quien agotó el comodín del cincuenta por ciento, el del público y el de la llamada. Eso demuestra que los que formaban parte de esa lista lo hacían por vocación de servicio y no por adquirir notoriedad. Y las dificultades del PP para configurar una lista con una cabeza visible a lo mejor demuestra que todos o casi todos ya han encontrado su hueco en la vida, que no necesitan del relumbrón de los carteles electorales para ganarse el pan y la sal, y que es posible una vida de servicio como buenos ciudadanos sin necesidad de calentar asiento en una de las butacas del hemiciclo.

Bienvenidas esa modestia y esa vocación de servicio, que esperamos no se confundan con aúpe en listas por el aparato ni con el miedo a ser recordado como quien encabezaba la lista que obtuvo tan malos resultados. Bienvenidas las virtudes a la vida pública.