Cuando soberanismo y republicanismo decidieron convertir la final de Copa del Rey en una caja de resonancia para afrentar a la Corona y a la unidad de España pusieron en marcha una aviesa máquina infernal. A esa máquina se ha ocupado ahora de llenarle el depósito de combustible el Gobierno español, a través de la Delegada en Madrid, con la no menos insensata, y casi seguro que ilegal, prohibición de las banderas. Si los tribunales paralizan la prohibición la fiesta de esteladas estará armada, y si no será aún peor. El incidente tiene, no obstante, la utilidad de dejar muy claro, si es que no lo estaba ya, que Rajoy no es la persona adecuada para manejar con buen tino el problema catalán. Este intento de marcar paquete españolista en la inminente campaña para las generales le hace aparecer ante todos, en este asunto, como un paquete, en décima acepción de la RAE: persona torpe.