Las elecciones no se repiten, pero los tópicos sí. Cuando John Kenneth Galbraith establecía que «nada es tan admirable en política como la desmemoria», debía referirse a los votantes antes que a los candidatos. Por no hablar de los comentaristas, que han blanqueado los mismos latiguillos exhibidos en diciembre. Con tanta precisión como inexactitud, los analistas vuelven a concentrarse en presuntas evidencias que ya fueron desmanteladas por los electores en diciembre. La anulación del 20D no es el momento más brillante de la transición. Procede prevenir contra la recaída en sus clisés:

El hundimiento irreversible de Podemos. A este paciente se le toma el pulso a diario. Si bien su explosivo ascenso de finales de 2014 resultaba irracional, el partido de Pablo Iglesias ha resistido con notable entereza un torpedeo que no habían padecido ni formaciones extremas al estilo de Bildu. La intervención de jueces, no para sustanciar la corrupción de la formación sino para fabricarla, se incorporaría a la historia de la infamia si hubiera ocurrido en otro segmento del espectro político. Obtener 69 diputados a la primera supone un triunfo sin precedentes, conservar esa cifra junto a IU justificaría la vigencia del proyecto. No volverá a las fronteras del 30 % de los sufragios, pero las noticias sobre su muerte parecen tan prematuras como en el 20D.

La mayoría absoluta de PP más Ciudadanos. El CIS de Soraya Sáenz de Santamaría no podía caer más bajo. En vísperas del 20D alumbró una milagrosa encuesta, que colocaba por encima de los 180 diputados y de la mayoría absoluta a la suma de PP y Ciudadanos. Por no hablar del hundimiento en paralelo del PSOE. El instituto de encuestas decretaba la extinción de la izquierda por falta de uso. Una bendición para la vicepresidenta, porque la jubilación de Mariano Rajoy sería necesaria para el pacto inevitable con Albert Rivera, a quien no quedaría más opción que los populares. Un mapa de ensueño, sin ningún vínculo con la estadística. El pronóstico fue desmantelado por la realidad de un país escorado a la izquierda según el propio CIS, que desoyó sus resultados para conectar con su jefa. Que la realidad no te estropee un mal sondeo, así que los absolutistas de PP/Ciudadanos vuelven a la carga pese a que el eje que separa a izquierda y derecha no se ha movido ni un punto percentual.

El bipartidismo resiste. La prueba más poderosa del hundimiento del bipartidismo son los manifiestos sobre su solidez, ahora reproducidos con vigor. Si se mantiene firme el régimen que ha definido la transición, por qué han resultado estériles por primera vez las últimas elecciones generales. Tampoco había precedentes de que PP y PSOE fueran incapaces de formar gobierno, ni solos ni en compañía de otros. De una tacada, la suma de apoyos electorales de Podemos y Ciudadanos superó en diciembre a cualquiera de los dos gigantes del turnismo de la restauración monárquica del siglo XX. Sería más apropiado defender que el bipartidismo entorpece una regeneración cuya urgencia aceptan incluso populares y socialistas. La fusión entre ambos que se predica a partir del 26J desmontará la ficción de la rivalidad, aunque se utilice el amortiguador de Rivera.

El manejo de los tiempos de Rajoy. Qué sería de los misacantanos periodísticos sin esta excusa que no precisa de justificación racional. Todavía podría esgrimirse hoy con igual validez «el magistral manejo de los tiempos del general Franco». O del rey Wamba. Sucedánea de pasividad, inmovilismo y comprensión hacia la corrupción, la expresión no siempre logra explicar la decena de elecciones que lleva perdidas el presidente del Gobierno desde su acceso a La Moncloa, incluidas las votaciones de Bruselas y del Comité Olímpico Internacional. Mediante la manipulación del desenlace electoral de diciembre, donde buscó la complicidad fallida del monarca, Rajoy ha logrado que España se quede sin Gobierno. Excelente manejo, sin duda.

Que vienen los extremistas. Fuera del bipartidismo se extienden las brumas del extremismo. Los políticos pueriles tratan a los votantes como si fueran adolescentes aterrorizados. El tópico sirvió para Podemos en solitario, y ahora recala en Unidos Podemos. Por desgracia, el CIS vuelve a desmentir a Rajoy, que concede los galardones extremistas. Los encuestados consideran que el PP está tan escorado hacia la derecha como los «extremistas» simétricos hacia la izquierda.