El presidente de la Diputación, Elías Bendodo, se pegó ayer un salto a San Sebastián, cosa que siempre es muy agradable -y más en lunes- dado que te alejas de asuntos peregrinos, rutinarios y banales que tan a menudo se presentan en el avatar diario de la institución que preside, no siendo incierto además que lo que querría presidir es el Ayuntamiento de Málaga. El Basque Culinary Center. Nombre en inglés para un lugar en el que el euskera y el castellano son oficiales. Pretensiones de internacionalismo. Pero: primera sucursal allende Donostia, dentro de España: en Málaga. A unos cuantos miles de euros el máster. Dos impartirán en Málaga y algunos seminarios. Una excursión a la antaño llamada por los costumbristas bella Easo, tierra donde admirar la belleza que se desparrama sobre la Concha, el entrañable y ahora pacificado casco viejo y las barras donde se arraciman pintxos, siendo la Gilda con aceitunas gigantes y anchoa de la zona el preferido del que suscribe. Bendodo mantuvo una entrevista con el director del centro, a resultas de lo cual proclamaron a los cuatro vientos (cinco si contamos el terral) que lo del BCC no va a ser «flor de un día». Suponemos más bien que pretenden sea fogones para muchas jornadas. La institución vasca es prestigiosa y envidiable. Le pedimos socorro. Luego de destruir el prestigio de los centros donde sí se impartía aquí conocimiento, consultoría, innovación, inteligencia turístico hostelera. Estamos condenados a poner los camareros. A que una élite adinerada pague por un título expedido fuera.

La idea de traer, método paganini, titulaciones del Basque Culinary sería aceptable si no fuera desolador que no sea para complementar una enseñanza pública, de calidad, con excelencia. Es como ofrecer posgrados de Harvard sin ofertar antes un triste grado en filatelia o magisterio. No somos capaces de exportar ni un curso de espetero. Nos están friendo los boquerones y nos entretenemos mirando la forma de la sartén. Tal vez alguien nos compre alguna vez sol. Luego nos venderá el after sun. Qué bella, Sanse.