Jorge Lorenzo hizo un gesto divertido (que nadie entendió hasta que él se explicó) al llegar al corralito como brillante vencedor de su apasionante duelo este pasado fin de semana con Márquez. Simulando un bloc de notas y un lápiz tomó notas. Alguien creyó intuir ahí un recuerdo al estudiante que copia para sacar matrícula, que fue la acusación que el tricampeón mallorquín lanzó sobre Valentino Rossi cuando el «Doctor» logró la pole position, descaradamente remolcado por Maverick Viñales, su próximo compañero de equipo.

Marc Márquez, que no había podido comer al gusto que él quería, pues antes de la carrera no tenía demasiada hambre, llegó a la conferencia de prensa posterior a su tremenda exhibición en Mugello («este chico sigue haciendo milagros con una moto que no va, que no corre, que no es ni la Yamaha, ni la Ducati, ni la Suzuki», dijo el sábado un miembro de su equipo) y abrió un sobre con un biscotto de la marca Rivagnati y empezó a comérselo mientras hablaba Lorenzo. Otro signo, digo yo, de lo bien que le había sentado el podio en casa de Rossi, el hombre que los escogió a ambos como enemigos.

Y Rossi apareció ante los medios reconociendo que había sido uno de los días más duros de su triunfante y dilatada vida. «Como dicen los ingleses, shit happens, es decir, ha llegado la mierda». Al «Doctor», que vio cómo estallaba el motor de su Yamaha provocando una tremenda fumata blanca en la novena vuelta de carrera, le dolió especialmente porque su «abandono se ha producido en casa, en Mugello», ante su gente, «ante miles de seguidores, tras salir desde la pole, tras estar muy cómodo detrás de Jorge (Lorenzo) y estar convencido de que podía ganar».

Y no solo eso, esa fumata blanca («creo que a mi motor le ha fallado la misma pieza que a Jorge en el warm-up matinal») ha permitido que «Jorge y Marc hicieran primero y segundo, escapándose en la clasificación, aunque aún quedan 12 carreras». Hay quien explica que éstos son los dos primeros motores Yamaha que se rompen desde 2006, cuando «Vale» peleaba por el título.

Ni que decir tiene que el box y hospitality de Yamaha vivió el sábado uno de esos días contradictorios donde el que se va, Lorenzo, vive una jornada celestial y el que se queda, el elegido, pese a sus 37 años, vive, como reconoció, en la mierda.

«Ha sido frustrante, sí, no poder recompensar a mi gente con una victoria que creí tener en la mano», reconoció Rossi, que insiste en que es ahora más veloz que el pasado año y que, contrariamente a los 2.000 habitantes del paddock, cree que la Honda de Márquez «no es tan mala como dicen: cierto, no acelera, no tiene velocidad punta pero es muy buena en las frenadas y todo eso, al final de la vuelta, queda compensado».

«Volvemos a casa -explicó Lorenzo- habiendo hecho un gran trabajo aunque nos hubiese encantado no haber recibido tantos pitos». «Al final, Mugello ha sido hermoso y seguimos cumpliendo nuestro objetivo. ¿Pancartas contra nosotros?, no he visto nada, no», añadió Márquez.

«Shit happens, shit happens», insistió el de la fumata blanca.