A principios de esta semana nos enterábamos de la desaparición de Salud Hernández-Mora en Colombia. Una periodista que hacía su trabajo: el de publicar lo que ni el Gobierno ni la guerrilla quería leer. Su denuncia sobre los niños soldado del ELN, o la crítica a la connivencia del poder político con los narcos y su escepticismo sobre el proceso de paz propuesto por el presidente Santos y las FARC la habían convertido en una periodista señalada. Nos interesa, claro, porque es española, escribe en El Mundo y nos ha arrojado mucha luz en sus crónicas de Internacional en el diario de David Jiménez. Ahora es ella la noticia, su desaparición nos pone en el centro a Colombia, un país que antaño fue uno de los más peligrosos del mundo para ejercer la profesión€ y que no parece haber mejorado mucho.

La noticia sobre Salud me ha traído a la cabeza a mi compañero de clase Óscar Parra, un colombiano que forma parte de un equipo de investigación que puso en marcha la web Rutas del Conflicto, que «recopila información relacionada con masacres ocurridas en el conflicto armado en Colombia desde 1982 y las presenta al público usando herramientas de fácil navegación en dispositivos móviles y computadores personales». Es decir, Óscar y su equipo denuncian desde su país la realidad de años de silencio. Con Óscar me senté hace dos veranos en Vancouver. Yo estaba en Canadá de vacaciones, él anduvo por allí para alejarse del peligro que supone en Colombia contar la verdad. Y Óscar no interpreta ni manipula, sólo es el editor general de un proyecto que da voz a aquellos paisanos que han vivido y sufrido las miserias de la Guerrilla y el Ejército. Salud y Óscar son sólo dos ejemplo de periodistas que consiguen mantener viva la confianza en esta profesión tan echada a perder.