Al celebrarse los juicios de Núremberg, el clarividente Churchill concluyó que «más nos vale no perder la próxima guerra». Al margen de la circunstancia concreta, el gobernante sabe que la aplicación de la ley no depende de los hechos, sino de su poder para sancionar una interpretación determinada. Por fortuna, PP y PSOE perdieron a fuerza de corrupción la patente de corso para imponer sus análisis legales. En el procesamiento de Chaves y Griñán por el escándalo de los ERE andaluces, el juez recurre al sentido común de que «no era posible desconocer» un fraude cifrado en 854 millones de euros. Sin embargo, para los altísimos dirigentes socialistas «no era posible desconocer» que su partido tenía por el mango la sartén de fijar los umbrales delictivos, en el momento en que se dilapidaba una fortuna bajo su tutela.

La condición de presidentes andaluces de Chaves y Griñán es subsidiaria de sus rangos de ministros y vicepresidentes del Gobierno. Juntos suman más que Pujol. Se sentarán en el banquillo no solo por unos hechos ineludibles, sino por un giro copernicano en la sensibilidad ciudadana. La decisión de un juez de Sevilla ayuda a explicar la obstinación de gobernantes populares y socialistas, que se aferran a sus cargos porque también figuraban en la cúpula de decisiones ampliamente delictivas de sus subordinados. Aunque el PP aprovechará el nuevo caso de corrupción socialista para equilibrar su ventaja en el palmarés de la corrupción, ayer no fue un día feliz para Rajoy.

Biográficamente, Chaves pasará a la historia como el gobernante que no sabía nada, y Griñán como el político que sabía demasiado. El portavoz socialista Antonio Hernando se ha precipitado al declarar que «son personas honradas», con independencia de los delitos atribuidos. Difícilmente puede aquilatarse la honradez de un presidente que desoyó informes de la Intervención donde se advertía contra ayudas arbitrarias cifradas en centenares de millones de euros, según consta en el auto de procesamiento del penúltimo virrey de Andalucía. La mejor defensa de la pareja es que antaño hubieran salido del trance sin un rasguño. Los tiempos están cambiando.