Probablemente el profesor Paul Krugman es el economista del que más he escrito. Fue memorable leer cómo nos contó en su blog que le habían llamado de Estocolmo para informarle que la Academia Sueca le había concedido el Premio Nobel de Economía. Elegantemente conciso, con una aparente ausencia de emociones fuertes y siempre amable, no parecía muy impresionado por la noticia. Genial.

Le he leído de nuevo en su columna del New York Times. El 27 de mayo en «Trump´s Delusions of Competence» desactivó uno por uno los argumentos del candidato Donald Trump en cuanto a su pretendida capacidad y su idoneidad para reconducir y salvar la economía norteamericana. Supuesta capacidad que las encuestas señalan como uno de sus puntos fuertes. Nos informa el profesor Krugman que esto es curioso. Es obvio que muchos de los futuros votantes ven en el candidato Trump un empresario brillante. Y además creen que las experiencias en el mundo de los negocios son perfectamente trasladables a la política económica de un país. Aclara el ilustre economista que esos electores están probablemente equivocados en el primer punto e irremediablemente en un error en el segundo.

En el primer punto, nos recuerda Krugman que el candidato Trump heredó de su padre una gran fortuna. Y que hasta el día de hoy, nadie sabe si la gestión empresarial de Trump ha sido capaz de incrementar la herencia que recibió. El patrimonio real del candidato es un secreto muy bien guardado. Quizás por eso ese patrimonio no se declara. Quizás por ser muy inferior al que se pregona por los partidarios del señor Trump.

En cuanto al segundo punto, según Krugman, no suele haber antiguos empresarios de éxito entre los inquilinos de la Casa Blanca. Solo hay un caso en la historia reciente de la Presidencia de los estados Unidos, Herbert Hoover (1929-1933). Se pregunta el maestro: «¿Conlleva el éxito en los negocios los conocimientos y el instinto que son necesarios para hacer una buena política económica?» Según Krugman, no. Gobernar un país no es como una dirigir una empresa. Ni gestionar una economía nacional es igual a gestionar un negocio.