Dedicado a todos aquellos que actualmente se sienten víctimas de los injustos efectos de la primavera: rinitis, conjuntivitis, dermatitis, y otras itis, además del estornudo incondicional, astenia o desgana, principio de asma y otras alteraciones colaterales como la frustración y la desesperación ante tal cuadro que nos enmarca forzosamente en un malestar indeseado del que no sabemos cómo salir sin el efecto rebote del sopor de los antihistamínicos, incluso de los más vanguardistas de la gama. Ya está aquí, ya llegó la revolución de millones de partículas naturales alergénicas en expansión, cortinas invisibles de polen, que despiertan en nuestro organismo un sistema de defensa desesperado y desproporcionado ante el altercado micromolecular, identificado por el cuerpo como una amenaza real a su seguridad. Cada año somos más las personas que la sufrimos, y está directamente relacionada con el estado de nuestro sistema inmunológico; es decir, si nuestro cuerpo va ya cargado previamente de estrés, exposición a la polución, tratamientos medicinales durante el invierno, y otros agentes agresivos a nuestro chasis y especialmente a nuestro hígado, resulta de lo más normal que ante este remate de los tomates de invasión tóxica se dispare nuestra histamina que fabrica el sistema inmune para intervenir con decisión ante las reacciones de hipersensibilidad inmediata y alérgica, generando anticuerpos en forma de proceso inflamatorio. La cosa se pone más fea aun cuando tomamos alimentos como el queso, el chocolate, el pescado, los embutidos, los frutos secos, las frutas ácidas y pos supuesto el alcohol y el café, ya que también contienen esta sustancia. Necesitamos trazar y ejecutar un plan para defendernos y prevenir a estos pequeños pero molestos enemigos. Lo primero, identificar a nuestro atacante con ayuda de nuestro médico para saber de qué planta, árbol o sustancia procede. A partir de ahí, debemos montar en guardia proactiva para defender nuestra fortaleza física de los ambientes en los que abundan nuestros contrincantes contaminantes. Además de los consabidos fármacos, los efectos terapéuticos del mar, la respiración consciente, el descanso, la homeopatía e incluso la acupuntura pueden ayudarnos a aquietar nuestra paciencia y nivel de tolerancia al malestar y a fortalecer nuestro sistema inmunológico, ya que todo este cuadro sintomático no es otra cosa que una llamada natural de nuestro cuerpo al orden, para resguardarse de tantos ajetreos cotidianos que le tienen agotado. Ánimo, que se puede, con paciencia y constancia.