¿Dónde está Wally?

De todos es conocido el juego de cómo encontrar, en una elaborada hoja de dibujo, la imagen de Wally. Camuflado, entre una confusa variedad de detalles, se encuentra nuestro protagonista; principalmente ataviado con camiseta a rayas y de colorines.

Si extrapolamos este entretenido juego, para poder descubrir dónde se encuentra el político más honesto e idóneo de la terna electoral, la cosa se complica. Aunque en este hipotético juego (y aunque el hábito no siempre haga al monje) por su vestimenta sí los descubriremos al instante; no así por sus promesas electorales. Está constatado por activa y por pasiva: si levantamos el tablero del juego, todos (nobles y villanos) andan repartiéndose el camuflado y espurio botín. Demostrado.

Jesús Sánchez-Ajofrín ReverteMálaga

El detector de mentiras

Yo sospecho que el detector de mentiras, que, a veces, se usa en los juicios como complemento de otras piezas incriminatorias, es más bien un detector de los nervios. De lo cual deduzco que un inocente de carácter inseguro y nervioso puede pasar, para dicho chisme, por culpable al tiempo que un culpable de carácter apacible y con confianza en sí mismo puede pasar por inocente para el chisme.

A mí el aparato, por sus posibles resultados, me recuerda un tanto al flirteo. En el ligue, de muy poco sirve ser atractivo; por el contrario, es más eficaz para tener éxito contar patrañas y necedades con simpatía y naturalidad.

Antonio Romero OrtegaMálaga