Se cumple un año de gobierno de Susana Díaz, sin demasiados sobresaltos. Iglesias propone el modelo valenciano para gobernar España; hay otro modelo, el de Susana Díaz. Pudo haber gobernado por ser la lista más votada, pero es bueno recordar que tanto PP como Podemos lo impidieron; una pinza que aún perdura. Susana Díaz necesitó del apoyo explícito de Ciudadanos para ser investida, algo que es conveniente no olvidar. El PP exige, ahora, que se vote a la lista más votada, cuando no lo fue así en Andalucía. La política de la mentira. Pero todo está muy abierto, al día de hoy. El modelo valenciano que propone Iglesias sigue sin sumar. La tercera vía que propugna Jordi Sevilla, socialista y consejero de Pedro Sánchez, de que gobierne la lista con más apoyos parlamentarios no es desdeñable, todo antes de la convocatoria de unas terceras elecciones.

Hay un 32% de indecisos y aquí puede residir la clave del futuro gobierno y podría suceder que sea Mariano Rajoy quien siga en La Moncloa, con los votos de Ciudadanos, por mucho que Albert Rivera le haya puesto la proa a quien ha llamado campeón de la corrupción. La sugerencia de Jordi Sevilla no parece que vaya a tener mucho recorrido e Iglesias sigue a lo suyo, con reiterada monotonía, de querer enterrar en vida al PSOE. El patológico travestismo de Iglesias se justifica por su desmesurada ansia de llegar al poder, al coste que sea. El corderito de Norit como ha bautizado a Iglesias un comentarista político de la SER no ceja en su empeño de liquidar 107 años de historia del socialismo en España, y puede que le dé resultado.

Susana Díaz, en este año de gobernanza en Andalucía, ha demostrado su capacidad para afrontar una legislatura en minoría, con capacidad para dialogar y refrendar propuestas; negociar decretos y leyes, con flexibilidad de cintura y agilidad de ideas, adelantándose con intuición a lo que le van a pedir sus adversarios políticos. Es, además, un modelo a seguir por quienes huyen de los extremos y de posiciones populistas, sean de izquierdas o de derechas. Susana Díaz es una gobernanta que levanta ampollas y apasionadas críticas en la derecha, con abanderados como Moreno Bonilla y Loles López, peón de brega a la que gusta soltar la lengua. Y por la izquierda, Susana Díaz se las tiene que ver con la anticapitalista y antisistema Teresa Rodríguez a quien agrada transitar por la política con líricas expresiones como «chúpate esa» endilgada a la presidenta como máxima expresión de su irrenunciable vocación a hacer profundos análisis políticos. La líder andaluza de Podemos nos dará más tardes gloriosas en el Parlamento andaluz, al tiempo.

Susana Díaz está, también, marcando el tiempo nacional en su partido. Nada nuevo, pero reitera para oídos sordos que ni con Rajoy, ni con Iglesias puede haber pacto de gobierno. La presidenta andaluza tiene asumido el peligro que representa para los socialistas bailar al son que marque Iglesias y con Rajoy, ni agua. ¿Qué queda, pues?

En los indecisos (32%) y en Andalucía con sus 61 diputados puede estar la clave. Por eso, Susana Díaz se está dejando la piel en esta campaña con un aserto reiterado: El PSOE es mucho PSOE para tumbarlo. Palabra de presidenta.