La desfachatez intelectual está escrito con una clara finalidad: la denuncia de determinados intelectuales vivos, que desde los púlpitos de opinión de El País o El Mundo... defenderían posturas políticas arbitrarias y grotescas. Como contiene buenas dosis de crítica sin contemplaciones contra muchos de los principales creadores de opinión, puede ser un texto saludable para revisar algunas de las principales tendencias enfrentadas de estos «ideólogos» de nuestro país. Sánchez-Cuenca reitera en múltiples ocasiones el respeto que profesa hacia esos mismos a quienes critica, cuando los considera como filósofos, literatos, académicos o científicos. El rechazo opera solo cuando opinan desacertadamente sobre temas de la actualidad política: crisis, burbuja, nacionalismos... Demasiado afán por la «todología»: serían reos de su presunción de saber de todo. Reciben duras críticas de manera detenida y en tono de vituperio: Antonio Muñoz Molina, Jon Juaristi, Fernando Savater, Félix de Azúa, Mario Vargas Llosa, Arcadi Espada y también quienes siendo economistas tendrían una responsabilidad añadida: Luis Garicano, José Carlos Díez y César Molinas. Una descalificación rotunda recae sobre Gustavo Bueno, pero sin llegar a abrir un análisis de ideas o textos precisos. Algunos más reciben algún pescozón, como Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte, Javier Cercas, Juan Manuel de Prada, José Antonio Marina y Gabriel Albiac...