Al desatar esos grandiosos procesos, de entraña heroica y trágica, en los que se echa mano de las antiguas palabras de la tribu, hay que prever sus efectos sobre los débiles mentales. Aclaro que para mi la debilidad mental no tiene que ver con el cociente intelectual, ni con la formación, y de hecho he conocido a algunos por encima de 125 que habían pasado por un centro de la Ivy League. Los débiles mentales para mi son aquellos cuya emotividad, al no estar controlada por el sentido común, son particularmente sensibles a los pedruscos de irracionalidad que ha dejado el pasado y para el demagogo resulta tan fácil convocar. Podemos pensar que sería uno de ellos el que en pleno ataque de patriotismo imperial acabó matando a la diputada laborista Jo Cox, cuya foto, con los inconfundibles rasgos de una persona generosa, idealista y buena, tengo delante al escribir este billete.