Aunque no lean nada en los periódicos, oigan poco en las radios y vean menos en los informativos de las principales cadenas televisivas, se están disputando en estos días las finales de la ACB. Es una pena pero es así. Esta competición llama poco la atención. Sin duda que la Eurocopa eclipsa el evento. Somos un país muy futbolero y España es una de las favoritas al título por cómo juega al fútbol. Ante eso poco se puede hacer. Pero de algunas circunstancias es culpable la propia ACB. Y es que no es la mejor imagen para esta organización ver cómo año tras año no hay descensos porque nadie puede ascender. Es lamentable. Da igual quién se gane el derecho en la pista a ascender. Es imposible cumplir con las condiciones económicas que impone la asociación de clubes sin ayudas institucionales. Y, como comprenderán, no está la situación como para que instituciones públicas destinen a fondo perdido partidas presupuestarias que bien se pueden usar en otros fines más importantes para el bienestar social, que la cosa está fatal.

Y así, si nadie asciende (ya me dirán ustedes para qué sirve la LEB), pues nadie desciende. Estudiantes, por ejemplo, ya ha descendido dos veces sin descender. Esta temporada, para evitar el descenso, han contratado en mitad de la competición a varios jugadores y un nuevo entrenador, con los consiguientes despidos de los jugadores y el entrenador que ya tenían cuando comenzó la liga. Un despilfarro de dinero para salvarse de la debacle que sería perder la categoría. Un despilfarro para nada puesto que después nunca se consuma el descenso.

A pesar de la imagen de poca seriedad que se da con esto, la final tiene atractivo mediático cuando la disputan Real Madrid y Barcelona, por aquello del toque futbolero que tanto gusta en nuestro país. También es cierto que son los dos mejores equipos sin discusión. Dos plantillas nivel Euroleague enfrentándose en un play off a cinco partidos. Encima llegan en un momento de forma fantástico dispuestos a ofrecer un grandioso espectáculo en la lucha por el premio del título en juego. Un producto de calidad para vender mediáticamente.

El espectáculo podría ser en horario de máxima audiencia para que más gente se enganchase a nuestro deporte. Pero a alguien se le ocurre la brillante idea de hacer coincidir el segundo partido de la serie con un partido de fútbol de España. Así no ayudamos, hombre. Esto supone que el partido se tenga que disputar a las siete de la tarde y que no se hable del partido en ningún medio de comunicación porque todo está ocupado por el fútbol. Yo me pregunto: ¿No había otro día para jugar? ¿Ayer sábado que no jugaba nuestra selección? ¿O el domingo por la mañana? ¿Cómo vamos a vender nuestro producto si ni nosotros mismos lo tratamos con cariño? Pues con estas circustancias sólo los frikis del baloncesto estaremos siguiendo las finales, no engancharemos a nuevos aficionados, patrocinadores y el interés estará bajo mínimos.

En la pista se han disputado ya dos fantásticos partidos. Se está viendo un baloncesto de mucho nivel. Ambos partidos han estado marcados por los inicios. En el primer encuentro de la serie, el Barça dominó ese inicio en el marcador, pero sobre todo dominó el ritmo de juego durante todo el partido pudiendo sostener el pulso anotador del equipo blanco. La victoria se decidió en la última jugada en la que, con tres segundos, Navarro (el más listo) lee mejor que nadie la defensa que le plantea Llull.

En el segundo encuentro, el Madrid despliega toda la calidad que tiene su juego ofensivo y coge veinte puntos de ventaja en el primer cuarto. El Barça hace un gran esfuerzo para igualar el marcador y lo consigue. Pero nuevamente el equipo de Laso en el último cuarto hace un baloncesto de un nivel altísimo y empata la serie, ganando el factor puesto que los dos siguientes partidos se disputan en su cancha.

¿Pero qué periódico habló ayer de esto? ¿En qué informativo se abrió el deporte con esta noticia? Todos hablaron, lógicamente, del gran partido que España jugó contra Turquía. Si se hubiese jugado ayer, hoy tendríamos la oportunidad de que los medios de comunicación nos hicieran más caso. ¿Cómo vender así nuestro producto? Un poquito de talento, por favor.