Xabi Alonso me explicaba un día su reacción cuando recibió una patada de kung fu en pleno pecho, durante la final del Mundial de Sudáfrica. «Lo peor no es el dolor, sino lograr el control para contenerte, para no responder así». Y el centrocampista vasco lanzaba un codazo al aire, que hubiera desatado una batalla campal de haberlo estrellado en su agresor.

España ganó el Mundial porque no se despistó. Esta concentración en el objetivo final resulta más mortífera en los torneos de larga duración que la genialidad de las estrellas. Primero contra la República Checa, y sobre todo en su enfrentamiento con Turquía, fue clave mantener la personalidad por encima de la provocación rival.

La constancia se ha traducido hasta ahora en cuatro goles de España en tres horas de juego. Fue la primera selección que alcanzaba las tres dianas en un encuentro. El dato no solo enmarcaba su superioridad, sino también las flaquezas de la concurrencia. La base del ballet no es la creatividad ni la agilidad, sino la disciplina. España se mostró fiel a su vertiente artística ante un equipo más brusco que bronco, los descontentos aficionados turcos hubieran preferido que se alineara directamente a los ultras euroasiáticos.

Es un crimen seguir perorando sin haber mencionado todavía a Iniesta. Si el jugador barcelonista tuviera el físico de Schuster o Laudrup, por citar a excelsos topógrafos que le precedieron, dispondría de una estatua ecuestre en algún parque de todas las ciudades españoles. En cambio, tiene que conquistar la gloria a cada partido, sin olvidar que la torpeza de los directores deportivos de los clubes españoles nos obliga a disfrutar de Silva solo un par de semanas cada dos años.

Iniesta es el monstruo que consigue que Morata marque dos goles en menos de media hora de juego, también Nolito se reivindicó en la asistencia y en el gol. Los hombres en punta eran la apuesta personal de Del Bosque, que sintoniza con el pasador barcelonista dado que fue expulsado del banquillo madridista por feo. Ni la selección policampeona de Xabi Alonso era tan excepcional, ni el equipo actual se ha contagiado de la vulgaridad repentinamente descubierta en Brasil.

El acondicionamiento a las nuevas circunstancias no es mérito exclusivo de Del Bosque. Sin embargo, quienes exigíamos la jubilación del seleccionador deberemos replantearnos la adoración a Guardiola o Mourinho, vistos los estrepitosos fracasos recientes de ambos.

Las palabras de Xabi Alonso demuestran también que el fútbol de selecciones se distingue de la competición de clubes en que no se pelea con el físico, sino desde la jerarquía. España no solo ha ganado dos partidos y los puntos consiguientes, en una fase previa a la que accedió clasificada de antemano. Se ha erigido en la estrella de la Eurocopa. El respeto acumulado supera a su ventaja en el marcador.

Hemos reservado el párrafo sexualmente incorrecto para el final. De Gea no ha encajado ni un gol en dos partidos. Las matemáticas no entienden de moralidades. Y al igual que sucede con Morata, el juego celestial de Piqué y Sergio Ramos tiene más que ver con la inviolabilidad del marco que el desempeño del arquero.