El Partido Popular ha ganado las elecciones. Y lo ha hecho holgadamente. Aumentando votos y escaños. Las preferencias de los españoles no han variado. Sigue siendo segundo el PSOE, tercero Podemos y cuarto Ciudadanos. Eso sí, este último partido sufre un serio correctivo quizás por la agresividad exhibida por su líder contra Rajoy, por la apelación de los populares al voto útil (conocedores de que si rebasaban la barrera del treinta por ciento podrían hacerse con un número suculento de escaños) y seguramente por el marchamo de que pactarían con el PSOE. No menos importante: el tan cacareado adelantamiento en el campo de la izquierda no se ha producido. El PSOE de Pedro Sánchez ha aguantado y no ha sido superado por la suma de Podemos y sus confluencias. No muy avanzada la noche electoral ya comparecía Íñigo Errejón, número dos de la formación morada, a anunciar que los resultados no eran los esperados.

La polarización al alimón trenzada por Podemos y el Partido Popular parece que ha beneficiado más, está claro, a los populares. Ante este panorama, de nuevo debe tener la iniciativa el PP y de nuevo hay necesidad de pactos. Antes: el diálogo. La no exhibición de líneas rojas. La flexibilidad. No cabe la posibilidad de una tercera ronda electoral. Sería dramático. Y sin garantías de que se aclarara el panorama. Se impone pues la necesidad de que forme un Gobierno el que logre aglutinar, así es el sistema parlamentarista, más escaños alrededor de sí. Con todo, el PSOE tiene la clave. Su abstención o su apoyo afirmativo a PP o a una mixtura de partidos de izquierdas desnivelaría la balanza hacia un signo u otro. El PSOE ha roto las encuestas. O en el tramo final de la campaña un buen número de declarados votantes de Podemos ha virado, quizás influidos por un exceso de polarización tal vez por la influencia de la resaca del Brexit, sin descartar que se produjera un cierto recato por parte de votantes socialistas a la hora de declarar su voto.

En Andalucía es donde se ha producido el sorpasso. Pero del PP al PSOE. Lo ha superado en votos y en tres escaños. Esto tiene una clara y obvia lectura orgánica en clave socialista: Susana Díaz queda debilitada en la liza interna. Ya no puede esgrimir el argumento de que el socialismo siempre se impone en el sur, si bien es cierto que seguramente no habrían sido estos los resultados si de unas autonómicas se tratara. Sánchez respira aunque, como es tradición entre los socialistas, será marcado muy de cerca por las diversas sensibilidades que se asientan en el partido, siendo la más ruidosa últimamente la contraria a un entendimiento con Podemos para formar un Gobierno netamente de izquierdas.

En la provincia de Málaga, el reparto de escaños no ha variado. Cuatro para el Partido Popular, tres para los socialistas, dos para Podemos y otros dos para Ciudadanos. El PSOE provincial ha perdido unos diez mil votos, el PP crece en unos 24.000 votos y en varios puntos porcentuales. El PP le saca al PSOE ocho puntos. Podemos es tercera fuerza, si bien Ciudadanos aguanta mejor en la circunscripción Málaga que en otras muchas donde la debacle ha sido importante. Con todo, se deja 13.000 votos en números redondos. Málaga era uno de las provincias clave, una de las ocho primeras en número de escaños a elegir. Por eso aquí la campaña ha sido intensa y con una amplia presencia de líderes. En cualquier caso, hoy sí que puede ser una auténtica jornada de reflexión. Tanto a nivel provincial, regional y, sobre todo, nacional.