Iba andando por Armengual de la Mota cuando me rebasó un trío de chavales vocingleros. No es extraño, me ha dado por llevar unas alpargatas tan cómodas, veraniegas, ligeras y a la moda, que parece que voy pisando el suelo directamente, con lo cual me hago daño y voy muy despacito. O sea, estoy cómodo si estoy quieto. Como hace mucho sol no me estoy quieto, ando para buscar la sombra, pero es un andar cansino y hasta diríase perezosón y elefantiásico si tuviera un poco más de barriga. O trompa. Todo el mundo me adelanta.

El grupo que me rebasó: curtidos en gimnasio, con lustrosas camisas publicitarias, chanclas, pantalones cortos un tanto raidos y bolsas del súper, iba especulando acerca de los apoyos parlamentarios que le faltan a Rajoy para ser presidente del Gobierno. Estuve por meterme, pero no supe con seguridad si aceptarían a alguien con pantalón largo, ínfulas de analista político y canas en el mentón. Opté por seguirlos. El intento fue vano. Me dejaron muy atrás justo cuando uno de ellos estaba afirmando que sabía perfectamente cómo seducir al PNV. Primero me dio por repasar las cuentas electorales, por ver dónde llegaba la suma de PP con el PNV, pero no puedo andar y hacer aritmética a la vez, lo mismo que Bush (en hilarante pero a la par censurable frase de un asesor despechado) no podía eructar y andar a la vez. Así que me paré. Pero en lugar de sumar escaños me acordé de Luis Carandell. El inolvidable periodista, olvidado, era aficionadísimo a reflejar estampas callejeras, haciendo de la observación un arte y de lo estrambótico algo entrañable. Una vez entrevistó en un pequeño municipio a un calvo que afirmaba que su hermano le había robado el pelo. Entrevistó a medio pueblo y todos coincidían en afirmar que, efectivamente, una mala tarde de agosto, el hermano menor le robó el pelo con muy malas artes al protagonista del reportaje. Todo era consternación y solidaridad con el neocalvo. Después de eso, habló la madre. Que dijo la gran frase: Eustaquio es hijo único.

Me acordé de Carandell, decía, porque la escena me parecía curiosa, carpetovetónica que diría él. La gente en lugar de hablar de La Roja, de lo caro que se han puesto los aguacates, de a qué playa van a ir o de a quién se están encalomando van comentando la actualidad política. O yo soy un prejuicioso que creía que de política solo hablaban jubilados ilustrados, profesores de Historia, Inda, los periodistas, La Sexta y los siete u ocho amigos que uno tiene que no han hecho nunca otra cosa nada más que carrera en un partido. Los programas de chismorreo político matinales y de la hora del aperitivos son el gran entretenimiento de la peña now. Alimento para conversaciones. Mejor que así sea. Pero algo le está pasando a este país cuando hay tanta gente hablando de Pablo Iglesias o Albert Rivera como de Alba Carrillo. Esto no es lo que era. Frase que por cierto, respecto a su matrimonio también podría suscribir la Carrillo. Pero no es sólo el citado grupo; es también el vecino funcionario que antaño sólo hablaba de los caniches y ahora ha incorporado a su léxico el término liderazgo; el vendedor de seguros que tan sólo comentaba el estado de la mar y especula ahora con el futuro de Susana Díaz o el camarero que dispensa churros y que antes te comentaba los fichajes del Málaga y ahora se lamenta de la decadencia de UPyD o te inquiere acerca de cuáles serán verdaderamente las intenciones de Puigdemont. Aparte de las que tenga con su pelo, claro, que también le daría a Carandell para una estampa de esas que recogía en su Celtiberia Show. O para una nueva entrega del más arriba citado misterio de Eustaquio. O para su colección de titulares de prensa de provincias de los años de plomo. Tenía uno que decía: «Riñen dos mujeres y un hombre acaba en la cárcel y otro en el cementerio».

El grupo de adolescentes daría con el quid para seducir al PNV, Rajoy no lo sabemos. Pedro Sánchez dijo ayer que no apoyará al PP ni por acción ni por omisión. Teniendo en cuenta que Rivera anda casi por las mismas, no es tan descabellado (que significa sin pelo) que haya otras elecciones. La única posibilidad es que Rajoy se camele al de Coalición Canaria, a Ciudadanos y a alguno más, como el PNV. También puede fichar a los chavales. Más analistas que ventanas. Y yo en alpargatas. Y con estos pelos.