Reconozco que me bailan las teclas al momento de escribir estos renglones, pero no sé si se debe al tremendo dolor de cabeza que tengo por el repentino cambio de tiempo o a que sospecho que me han echado en la bebida lo mismo que a Mariano Rajoy antes de salir al balcón de Génova. Sea una cosa u otra, lo cierto es que entre la neblina se me aturullan realidad y ficción, espejismo y certeza.

Me esfuerzo en centrar los pensamientos y leyendo titulares deduzco que ha muerto el gran Bud Spencer, pero no es bueno para mis neuronas regodearme en la idea, porque en mi cerebro se repite el ruido de esos guantazos a palma abierta que de un solo golpe abarcaban oreja y cuello de mejicanos y maleantes. Siempre he pensado en ese tímpano reventando al hacer vacío mientras que con el canto de la mano cóncava le destrozaba el musculo trapecio. El eco de ese sonido es inolvidable, ¡tschsh!, y no favorece mi creciente migraña así que, con su permiso, cambio de tema por el bien de mis meninges.

Entro en las redes sociales para pulsar el sentir de la resaca electoral y descubro que la mayoría de los que han votado a los perdedores han cogido el camino del insulto y la ofensa para mostrar su desencanto ante los resultados, lo que contradice la reflexiva actitud de los propios perdedores, quienes han optado por el examen de conciencia y el recuento de daños. Hijos de puta, gilipollas, cómplices de mafiosos, país de incultos€. es lo más fino que leo. También me llama la atención el sesudo análisis llevado a cabo por grandes mentes de la democracia como Pilar Bardem, que parafrasea a Valle-Inclán con aquello de que en España se premia al sinvergüenza en vez de al meritorio. Supongo, siguiendo su teoría, que por eso ella tiene un premio Goya, no sé.

Cierro las páginas políticas y buceo en las deportivas. España cae en octavos haciendo el ridículo ante Italia y crecen las peticiones para destituir a Vicente del Bosque como seleccionador. España es que es muy de destituir, así, a la ligera, y ya puestos nos llevamos por delante a media selección, a los tertulianos de la radio, al director de contenidos de Mediaset, a los que compran el gazpacho en vez de hacerlo y a los graciosos que se pasan el día insinuado pistas sobre Juego de Tronos, que nunca se sabe cuándo lo tendremos a huevo para arrasar y hacer limpieza, con lo que eso nos gusta. Nada como una buena excusa para dar carpetazo con todo.

Vuelvo a sentir martillos en mi cabeza y me viene una imagen que no sé muy bien si es real o ficticia. Me refiero a Javier Arenas situado a la izquierda en el balcón de la sede del PP. Debe ser una ensoñación fruto del Optalidón que acabo de zamparme (Optalidón, qué viejuno), porque, hasta donde yo sé, estos últimos tiempos se ha dibujado la silueta de una diana en el depilado entrecejo de Rajoy por aquello de la corrupción y la falta de regeneración, así que la imagen de un político como la del campeón que fracasó una y otra vez sin conseguir el poder en Andalucía para replegarse posteriormente a los despachos capitalinos sin otro oficio que ser vicesecretario general de Política Autonómica y Local no es muy favorecedora que se diga, o, como mínimo, no es para ponerlo en el escaparate de productos de nueva temporada en un momento en el que el constitucionalismo rozó la tragedia.

Miro la esquina inferior del Word y veo que llevo escritas unas 578 palabras, ya falta menos pero culminar la columna de hoy antes de que mi cabeza estalle como una palomita de maíz.

Me voy al salón y pongo la tele en busca de inspiración. Resulta que Arguiñano está haciendo brochetas de cerdo con, literalmente, «papas aliñadas». Que digo yo que serán papas aliñás o patatas aliñadas, pero papas aliñadas como que no, como el bacalado de Bilbado. Veinticinco minutos de programa, chiste mediante, para enseñar a hacer unos pinchitos de cerdo que, pásmense, ya vienen aliñados, ensartados y empaquetados. Impresionante. Cualquier día este hombre dedica un programa entero a partir el pan, y todos tan contentos.

Si llego a saber que hoy mezclaría a Arguiñano con Bud Spencer, Pilar Bardem, Vicente del Bosque y Javier Arenas de una forma tan digna no me tomo el Optalidón tan rápido.

Mariano, dime el nombre de tu catering, que necesito pillar un poco más de eso.