De repente, volver a convocar elecciones sería una atrocidad. Ergo, se trataba de repetirlas hasta que los españoles votaran de modo correcto. Dado que Rajoy no ha ganado nada, tiene que «mendigar» -es su lenguaje cuando pactaban otros- a Ciudadanos, PSOE, PNV o a «los canarios», también sus palabras textuales. Entonces, los preclaros padres de la patria presuntamente izquierdistas ordenan a Sánchez que se arrodille ante el PP, que regale sus 85 diputados sin solicitar ni esperar nada a cambio.

Vayamos con los números, que demuestran que Sánchez no le debe nada a Rajoy. El PP se cree con derecho divino a gobernar con la cifra exigua de 137 diputados. El PSOE tendría que aplaudir y callar, a cada votación. Sin embargo, el candidato socialista se sometió en marzo a la investidura. Le avalaban 130 diputados en firme de su partido más Ciudadanos, y el propio Rajoy admite hoy que la coalición más votada es tan legítima como el partido más votado. Sin embargo, los diputados populares no se sintieron empujados a invertir un solo voto en el ceremonial. Tampoco recibieron ni un reproche de los gurús que ahora denuncian por insolidario a quien no se postre ante la minoría mayoritaria popular.

Ni Sánchez ni Rivera están obligados bajo ningún criterio a apoyar por activa o por pasiva la investidura de Rajoy. En el caso de Ciudadanos, con el agravante de que ha cosechado los votos de gente de derechas sensibilizada, que repudia la corrupción del partido del presidente en funciones. Empaquetarlos y devolverlos al PP suena irónico cuando menos. Y si todavía no les he convencido, nos pondremos el zapato en el otro pie. ¿Aprobaría por solidaridad institucional el PP una investidura de Sánchez con 156 diputados garantizados, PSOE más Podemos? De repente, entrarían en juego factores que llegarían hasta Venezuela, cuando nadie considera hoy respetable restregarle a Rajoy su intimidad con Bárcenas. También sería curioso averiguar si los fanáticos de la lista más votada mantendrían su escrupulosa tesis, de haber sido Pablo Iglesias quien ostentara dicho título. Con lo que llegamos al meollo de esta investidura. Y de estas elecciones.