Todo lo que ocurre, ocurre para algo, creo. Anteanoche soñé con el señor Wert, el malquisto exministro que descansa en París, distrito octavo, que no es mal sitio para el descanso. En este sentido don Ignacio aporta un dato primordial: malquisto no es sinónimo de lerdo. Gracias por el aporte, embajador.

Mi sueño no fue un simple sueño, sino un sueño preñado de sí mismo, como las matrioscas rusas, que son la quintaesencia de la preñez infinita. Lo mío con Wert fue como lo de Machado con Dios, en sus Proverbios y Cantares: él soñó que soñaba, y que a Dios veía, y que a Dios hablaba, y que Dios lo oía. Yo igual, pero distinto. O sea: yo soñé que soñaba, y que a Wert veía, y que a Wert hablaba, y que Wert reía, y que Wert me despertaba. Si hubiera podido dirigir mi sueño habría aprovechado para preguntarle a don Ignacio -hombre versado y bragado en la ciencia demoscópica- ¿qué carallo ha pasado con los pronósticos estas elecciones, don Ignacio...?, pero no fue así. El guión de los sueños lo escriben los propios sueños, y la pregunta fue otra:

-Embajador, ¿por qué su doctrinaria Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa quiere enseñarnos a hablar en varios idiomas y no quiere enseñarnos a escuchar en ninguno...? -don Ignacio gesticuló descompuesto. Y esgrimiendo una sonrisa torcida, se torció y retorció hasta que, retorcido, terminó descojonado de risa nerviosa. Y su carcajeo me despertó...

Malaje fue don Ignacio, porque despertar de una ensoñación contenida en otra es como despertar dos veces al mismo tiempo.

Hoy traigo a Wert a colación porque hay personas, como él, que no cautivan, pero procuran curiosidad, y por ello, y porque lo cortés no quita lo valiente, merecen mi más desprendido agradecimiento. Le estaré eternamente agradecido, embajador Wert. Le deseo toda clase de suertes en la OCDE, pero si us plau, no pretenda españolizarla, que ya sabe lo que pasa... Mi agradecimiento al ministro Wert es de carácter multidisciplinar, por lo multidisciplinar de sus insensateces, que en este caso me empujan a preocuparme y a reflexionar sobre el término sursuncorda, que él no cumple.

Sé de antiguo que sursuncorda, en español, representa a un personaje más o menos figurado, obligatoriamente anónimo y de reconocida autoridad, que sirve de modelo para que los hablantes expresemos desacuerdo, a base de patentizar que no actuaremos a su dictado. Por ejemplo, -¡no lo haré, así lo mande el sursuncorda!-. Sursuncorda pudiera tener su raíz en el sursum corda latino (levantemos los corazones) de la liturgia de la misa católica, que con el correr de los años derivó en una manera coloquial de expresar desacuerdo invocando a la autoridad -el sursuncorda-, representada en este caso por la figura sacerdotal.

Si lo que expreso no es erróneo, se me antoja que en un escenario social como el actual, repleto de inverecundos personajes identificados con nombres y apellidos, el viejo y socorrido sursuncorda que tanta abrigo diera a la anonimidad amable e inocente pudiera estar en serio peligro de desaparición. Llevamos tanto tiempo conviviendo con psudosursuncordas con número de DNI conocido, que el concepto se ha desnaturalizado, tanto, que, en aras de salvaguardarles su sitio a todos los innombrados bonachones con los que he compartido y compartiré vida y camino, me propongo crear FUNDESU, es decir, la Fundación para la Defensa de los Sursuncordas. Ya avisaré...

Normalizar la autoridad es preceptivo, pero normalizar la autoridad sin auctoritas, el poder sin poder, el poder sin auctoritas o la auctoritas sin poder, no es sabio, particularmente cuando el fiasco acontece en industrias sensibles, como la turística de nuestros terruños nacional, autonómico y local, en los que la mayor autoría de sus éxitos comercializadores últimamente obedece a razones exógenas. El éxito y el ethos turístico-profesional podrían terminar suicidándonos silentemente, sepámoslo.

Si ya fuimos -y somos- bastantes los achispados de éxito que hemos perdido la perspectiva del escenario turístico, muchos más fuimos -y somos- los ministros, secretarios generales, consejeros, viceconsejeros, presidentes, directores generales, gerentes, directores... de la grey político-asociativo-empresarial turística que no percibimos con nitidez la tridimensionalidad de la topografía turística, que es universal. Y esto, amable lector, me preocupa tanto como que la disidencia de la Filosofía en la Lomce de don Ignacio enseñe a nuestros hijos a hablar varios idiomas, sin enseñarlos a escuchar en ninguno.