De vuelta del trabajo, leo en un mupi el eslogan de lanzamiento de un nuevo coche: «La maravillosa rutina». Una sensación de sosiego me invade, como un bálsamo de la incesante y angustiosa novedad. ¿Es la señal de un cambio de ciclo? Rutina. Al llegar a casa voy al Corominas y me encuentro con que es un galicismo (routine) que viene de ruta, camino conocido, pero ruta a su vez viene de romper, abriendo paso en el bosque (como roturar). Un respingo: lo nuevo otra vez, al fondo. Voy al anuncio del coche de marras, en la web de la marca, y veo que el modelo ofrece las últimas novedades. O sea que la maravillosa rutina era un señuelo sedante para llamar la atención y luego enchufarte novedad, y he picado. Consuelo: cuando hay que invocar el sentimiento de rutina para que el consumidor preste atención es que no todo está perdido en su cabeza (ni en la mía, al haber funcionado el reclamo).