Nuestro periódico está publicando en la web una serie de entrevistas-cuestionarios que resultan muy agradecidas y jugosas para el lector y que uno devora con ese placer de conocer algo íntimo de quien admira, detesta, ignora, se cruza por la calle o tiene por paisano de enjundia.

La entrevista de preguntas y respuestas cortas ha sido confinada al verano o a los suplementos dominicales (ya ni eso), igual que se confina un yogur de pera al fondo de la nevera o un libro de Valle Inclán a un cajón secundario. Es decir, inexplicablemente. Saber cuál es el libro favorito de uno de nuestros favoritos escritores, conocer que la ocupación predilecta de una admirada e hiperactiva gestora cultural es estar tumbada, sorprenderse con una respuesta sencilla y grata donde la pregunta ponía en bandeja contestar una pedantería, constituyen un regocijo que aunque no llegue a orgasmo mental sí puede ser tildado de pasatiempo grato y provechoso para esa hora del alba en la que el vecindario aún conserva quietud o para una de estas largas tardes de café con hielo y aire acondicionado. Felizmente alejado de la sobaquina de las multitudes

¿Cuál es su idea de la felicidad?, ¿cuál es su principal miedo?, ¿en qué país le gustaría vivir? o qué talento le gustaría tener son algunas de las cuestiones que se plantean a los entrevistados. Y uno no puede evitar contestar también mentalmente. Pero hay un efecto curioso. Hagan la prueba. Queremos dcir: no siempre contestamos lo mismo. A veces uno se levanta y piensa que su ideal de la felicidad es eso precisamente, poder levantarse, o sea, seguir vivo. Hay jornadas sin embargo en las que el ideal de felicidad es llegar a casa mientras que en otras es salir de ella. Anteayer me pregunté cuál es mi principal miedo y me contesté a mí mismo que hacerme caso, pero sin embargo, me hice caso y pensé a fondo sobre la cuestión. Y mi principal miedo resulta ser a la enfermedad, cosa que no le importa a nadie salvo a mí. Sobre todo si me pongo enfermo. Le he hecho el cuestionario a un amigo y después el amigo me lo ha hecho a mí. Los hemos metido en un sobre y se lo hemos enviado a un tercer elemento para que lo guarde y lo abra dentro de diez años. Será interesante saber si dentro de una década sigo pensando que mi libro favorito ese que yo me sé y si el personaje que más admiro es al que más admiro ahora. Preguntar es conocer y no hay pregunta indiscreta y sí respuestas indiscretas. Todos los teóricos del periodismo, también los periodistas, inciden en que el meollo de este oficio es contar... pero, ¿no es más bien preguntar? Ahí dejo la pregunta.