Linneo fue poeta desde antes de inventar la taxonomía. Este naturalista sueco del siglo XVIII se empeñó en clasificar organizadamente a los seres vivos y para hacerlo se refería a ellos con algo parecido a un nombre y un apellido, nomenclatura binominal que ha llegado a nuestros días. Se designa primero el nombre genérico y luego el más específico del animal, generalmente en latín. «Si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas» advertía con feliz obsesión el sueco que nunca se lo hizo a la hora de clasificar miles de especies. También hay algo mágico, algo natural y algo felizmente infantil en Taxonomía poética, la sorprendente exposición del artista Hugo López Catalán, un niño autista de apenas 14 años, que se inauguró ayer en la sala Moreno Villa, en Málaga. Y algo literario y formidablemente humano en la madre de quien ha dibujado tan curiosos cuadros, Ana María, cuya vida se volvió una película que no pudo producir su marido, el cineasta malagueño José Miguel López, al quedarse sola en 2008 con dos niños mellizos pequeños y guapos, ambos diagnosticados de TEA (Trastorno del Espectro Autista): Hugo, el artista taxonómico, y su hermano Raúl.

La lucha de la madre del artista no se ha quedado en sacar adelante a sus dos leones, sino que a través de la fundación andaluza APA (Asistencia a Personas con Autismo), que ella misma impulsó, ha intervenido en conseguir apoyos en el colegio de sus hijos y en diversas instancias para su mejor aprendizaje y autonomía, demostrando que hay un camino largo y fructífero por recorrer en esa dirección.

Aún recuerdo el rostro de Ana María, hermoso y atravesado por el cansancio y la herida, con sus dos críos de la mano en el cariñoso recuerdo que la gente del audiovisual malagueño le dedicó al llorado José Miguel, el padre de sus hijos, en el Centro Cultural Provincial. Algunos no podían evitar preguntarse, verbalizándolo incluso, sobre cómo podría sobreponerse esa mujer tan joven de un golpe tan inesperado quedándose sola como madre en la crianza de dos niños de gran complejidad. Lo hecho estos años, para quienes hemos ido sabiendo desde fuera de su lucha y de sus logros, responde a ésa y a muchas preguntas parecidas ante situaciones difíciles que no estaban previstas.

Quizá por eso, y no sólo por eso, Ana María está tan presente en la preciosa obra gráfica de quien por unos días ha cambiado la u por la r en su existencia cotidiana. Hugo es el artista que expone en la galería sus organizadas visiones de la naturaleza, ésa que tanto parece fascinarle. Hugo López el chico artista, no el chico autista.

A la hora de la verdad, y esa hora nunca se acaba, las cosas no son como una bonita frase en la prensa. Pero de las paredes de la sala Moreno Villa están colgados los sorprendentes trazos y los vivos colores del amor recibido, y de la férrea voluntad por resistirse a que la propia vida te pinte de negro el cuadro de tu existencia. ¡Bravo!