A medida que la conversación avanzaba, la cara de los contertulios mostraba un estupor creciente. Con los ojos como platos, escuchaban a aquel padre confesar que llevaba a sus hijos a una biblioteca pública. Con asiduidad. Y que sacaban libros en préstamo. El individuo en cuestión advirtió entonces las miradas reprobatorias de quienes le rodeaban, pero era demasiado tarde y ya no cabía sino lamentar la ligereza en confesar en un medio hostil semejantes comportamientos subversivos. El silencio era gélido y la réplica inexistente «Si al menos estuviésemos en otras latitudes, tal costumbre tendría cierto sentido; pero aquí, con este clima ¿a quién se le ocurre llevar a las criaturitas a un lugar tan aburrido? Qué crueldad». Eran los pensamientos que se traslucían con nitidez tras las sonrisas forzadas de los otros padres y madres. Una de ellas se arrancó al fin, vaticinando la extinción de semejantes reliquias en la época actual. Bibliotecas. ¡En la era digital! A continuación el fútbol, una vez más, volvió a revelarse como lingua franca y relajó el ambiente cuando otro progenitor mentó la Eurocopa. Los rostros se encajaron de nuevo. Uf, qué alivio. La animación volvió a la sala en que se celebraba el cumpleaños infantil. El aguafiestas se eclipsó para el resto de la tarde.

(Dramatización a partir de una situación verídica. Los sondeos periódicos del CIS, que tratan habitualmente sobre la valoración del panorama político y económico que hace la ciudadanía, este mes de junio también han incluido un estudio sobre lugares de sociabilidad y hábitos de los españoles. En él se especifica que el 75% de los españoles no pisa jamás una biblioteca. Por cierto, en Francia, bibliotecas y mediatecas abren los sábados, en horario de mañana y tarde).