Se extraña el veterano socialista Alfonso Guerra de que sus compañeros más jóvenes digan no a la investidura de Mariano Rajoy y, a la vez, no a unas terceras elecciones. Se ve que no se acuerda de «OTAN, de entrada, no», el fraude inaugural del gobierno que vicepresidió. Parecía que no pero fue que sí.

Es lástima que en tiempos de tolerancia cero y con la mitad de las mujeres en el organigrama del partido, el Partido Socialista Obrero Español no se aplique de una vez a que «cuando un socialista dice no, es no».

El PSOE se deshizo de Carlos Marx en 1979 pero fue incapaz de incorporar a Herbert Fensterheim, el psicólogo que publicó en 1975 No diga sí cuando quiera decir no. En una entrevista que hice a Antonio Masip cuando era alcalde de la ciudad de Oviedo me respondió un par de veces «sí» con la voz mientras su cabeza se movía de izquierda a derecha marcando un «no», una habilidad que me pareció prodigiosa. Sólo si usted es adulto, inténtelo en casa pero le advierto que duele intentarlo. Aunque no creo que fuera por esa habilidad, este socialista llegó a eurodiputado y tuvo éxitos.

Democracia. Uno diría que la historia de los gobiernos socialistas de la democracia es la de los presidentes que dijeron no cuando querían decir sí, y va desde cuando prometieron crear unos 800.000 puestos de trabajo, aproximadamente, y emprendieron las reconversiones sectoriales nada más llegar hasta las penúltimas reformas laborales y fiscales. De esta forma, Podemos tiene todo que ver con la frustración que produce la capacidad del PSOE para hacer el sí aunque piense el no.

Los socialistas está buscando la manera de permitir un «sí» sin dejar de pensar un «no» y la abstención es un silencio que no dice «no» pero tampoco dice «sí». Pero igual acaba con su contradicción histórica, porque el PSOE no se ha visto peor que ahora en ningún momento de su historia política y la verdad es que quizá dentro de tres meses tenga nostalgia de su situación actual.