Mi hijo ríe con esa dentadura de cinco años con la que se mastica el mundo y la vida toda está en el brillo de esa risa. El Mediterráneo de Málaga se derrama por sus ojos azules océano. Me bañan de fondo mientras el espanto de Niza sale por la tele. El niño juega con su barco pirata en el salón derramado de juguetes. Un pirata oscuro y fanatizado navega con su camión ensangrentado por el paseo marítimo de la turística ciudad gala. El niño es limpio interrumpiendo con su voz de niño. El tal Mohamed L B, un francés de 31 años y origen tunecino, tiene el cerebro sucio del dolor que inflige…

Espanto

Qué hago cuando el niño mira la tele y comprende que algo no encaja en esa imagen fea capturada por un móvil de quien trataba de escapar de la salvajada en la noche del 14 de julio francés. Apago. Mientras sostengo el barco, haciéndolo navegar por los cojines del sofá como si se enfrentara al oleaje, pienso en el espanto. Qué hacemos con estos seres tan faltos de empatía por quienes respiran como ellos, sobre todo cuando celebran la vida y la libertad antes de ser atropellados o tiroteados. El tal Mohamed ha pasado de ser nadie a convertirse en otro señor del horror, probablemente cegado por la necesidad de encontrar un sentido, aunque cruel, a su paso por el mundo. Pero yo no recordaré su nombre. Aunque sí su atrocidad. El ministro Vals habla de guerra. De nuevo una respuesta poco inteligente, altisonante y torpe. Humildemente lo creo…

Guerra. Qué guerra

Una sola persona oscura que se ha encendido con Internet y los terroristas que lo utilizan se puede subir en un camión y aplastar y disparar indiscriminadamente hasta que le detengan o le maten. Qué guerra es esa. Todo está inventado. El caos como estrategia del terror. El iluminado como arma humana que se inmola por un fin que justifica ese medio, pero que sirve a los intereses de quienes pretenden el poder. Los llamados islamistas, o todos los «istas» que han sido y serán, aprovechan los errores de las potencias internacionales, sus contradicciones, sus decisiones inconfesables, como alimento discursivo para nacer, consolidarse y abastecerse (quién les provee de armamento en los lugares que sí ocupan como ejército, qué se nos cuenta de verdad y qué preguntamos y cuántas veces lo hacemos en vez de mirar para otro lado pensando en que no nos tocará a nosotros la bomba, el disparo, la cuchillada, el último atropello). El terror es el lado sangriento de la hipocresía económica. Por qué existen los paraísos fiscales que permiten evadir impuestos que abastecerían las políticas sociales para impedir la fractura económica de los países. Ahí está la madre del cordero sacrificado y no en la literatura gubernamental.

Prevenir y curar

Quiénes darán las respuestas inteligentes al horror. Europa está manga por hombro, fracasando en su empeño económico tras el lamentable brexit y aún por cumplir su unión política. Pero tenemos los viejos valores contra el fanatismo asesino. Reforcémoslos. Defendamos el valor y dejemos de refocilarnos en el precio. Hagámoslo con la valentía de ser herederos de quienes murieron por la libertad y una ciudadanía soberana con obligaciones y derechos, contra absolutismos y despotismos paternalistas que requieren la obediencia infantil e irresponsable de sus súbditos mediante la ignorancia, el fanatismo religioso o laico, el miedo o el panem et circenses. Paralelamente a la persecución de los señores de la guerra y de las medidas policiales que sean justas y necesarias, hay que procurar un sentido mejor a las existencias de estos posibles lobos solitarios y un mayor apego a la sociedad en la que deben sentirse integrados. Menos declaraciones de guerra y más inteligencia en los diagnósticos, las vacunas y en la defensa propia sin complejos pero compleja.

Reír y llorar

Que no nos arrebaten la risa para vivir plenamente, ni siquiera al cruzarnos con sus miradas sucias de odio y cobardía para ser libres. Pero no dejemos de llorar a los muertos, a ninguno, a los de Niza y a los de Siria, Egipto, Líbano o Túnez. Reír y llorar en sus nombres. Incluso en este batiburrillo semanal que nos ha traído comentarios bárbaros e insoportables para cualquier animalista o taurino cabal contra un pobre torero que ha perdido la vida en una plaza sin relevancia. El expediente a una enfermera por un comprensible ataque de ansiedad al verse sola una noche con casi 40 pacientes en el Hospital Clínico de Málaga. La Guardia Civil registrando más ayuntamientos (algunos ya registrados como el de Lloret de Mar) y los presuntos chanchullos de la señora de la DGT y los 9.000 euros que gana al mes el peluquero de Hollande y el partidismo contra la formación de Gobierno. Y mi niño con su barco…

Porque hoy es Sábado