Un raro, un experimental, un miembro olvidado de la generación del 98. Un autor para eruditos o curiosos, alguien a quien en su día elogiaron las plumas más célebres, como Gómez de la Serna, Baroja o Azorín. Un personaje del que se dijo que sólo era leído por escritores. Alguien de quien se ocupó en su día Juan Manuel de Prada, tan aficionado a la arqueología literaria. Hablamos de Juan Bautista Amorós y Vázquez de Figueroa (Madrid, 1856-Getafe, 1912), más conocido por su seudónimo, Silverio Lanza. Fue un heterodoxo español que ahora rescata la nueva editorial El Paseo, que posee un incipiente y prometedor, atractivo, catálogo.

Lanza, sobre el que en no pocas ocasiones era imposible determinar si hablaba en serio o en modo ironía, dejo dicho que prohibía la impresión de sus manuscritos. Afortunadamente, no se le hace ni caso. La obra que nos ocupa, Noticia biográfica acerca del Marqués del Saltillo es la trayectoria vital apócrifa y novelada de Nicasio Álvarez, un político que encarna todos los vicios de la Restauración. Socialista, conservador, trepa, benefactor, filántropo o cicatero según se terciara. Álvarez es contradictorio, le da igual manifestar o votar una cosa y al día siguiente su contraria. En el libro, Silverio Lanza pública supuestas cartas, actas parlamentarias, soliloquios, acción pura, todo para edificar un artefacto literario actualísimo que pone en evidencia como sin escrúpulos y con notable avispamiento se puede llegar muy lejos en política. La obra coincide en las librerías con Salustio Nogueira, historia de un arribista (ediciones El viento) de Francisco Teixeira de Queiros, notabilísimo escritor portugués que también toma la trayectoria de un político (de su carácter dice bien el título de la obra) para carcajearse del sistema, de los electores y de la clase política de aquel Portugal de hace tanto en el que los republicanos querían derribar una oxidada monarquía. Nogueira embauca, trae y lleva, seduce, hace la pelota, se cuida de con quién habla, se aprovecha de las damas, sabe moverse bien en las recepciones de palacio, populista en la calle, elitista en el Parlamento. Una enorme sátira también actualísima.

La coincidencia de estos dos volúmenes, quizás sean más, nos pone en aviso de un prometedor género que puede rescatarse pero que también debería dar frutos nuevos, viendo el paisanaje político que nos rodea.

Cuantos de nuestros próceres no podrían ser protagonistas de una novela satírica que, con aparente seriedad, contara sus peripecias para alcanzar el poder. O, mejor dicho, para mantenerlo. Eso, en una época, hora y país, España, en el que el juego es aparentar que no se quiere gobernar pero sí. En invocar el interés del país ejecutando una acción irresponsabilísima. Uno daría dinero por ver al Marqués del Saltillo en el próximo pleno de investidura en el Congreso. A él, que era un maestro del no definirse. O de definirse según el gusto del auditorio.