La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, defendió ayer que resulta «indudable» la apuesta del Gobierno andaluz por la investigación biomédica, siendo incluso «pionera» en España al decidirse, primero en 2006 y luego en 2008, a poner en marcha «iniciativas de terapia avanzada que situaban a Andalucía en la vanguardia».

En fin... Todo eso está fenómeno, pero a uno le gustaría que también estuviéramos en vanguardia de número de enfermeras que atienden una planta. Ya puestos, presidenta, tráete un poquito de vanguardia a las urgencias, que están un pelín saturadillas con profesionales mal pagados que en la vanguardia que están es en la del peligro de que les dé un jamacuco del estrés. Un poquito menos de lenguaje de madera publicitario y un poco más de presupuesto y eficacia a la sanidad andaluza que, con todo, es una de las mejores del mundo, sí señor. Alentada además desde siempre en Andalucía por un Gobierno socialista que ha tenido claro que la Sanidad es prioritaria. A ver si ahora la vamos a joder, cosa no descartable.

La biomedicina es muy necesaria e interesante. Nadie puede discutir que tener tiritas o no tirarse veinte horas en unas urgencias, también.

La sanidad andaluza está en la UVI durante el verano y esto lejos de ser una gracieta o juego de palabras es ya una realidad. Profesionales que dimiten, camas que se cierran, consultorios saturados, hospitales cuya gerencia se unifica con incierto criterio y dudosa eficacia, protestas sindicales. No es país para enfermos estivales. Todo es una cuestión de dinero. De falta de dinero en este caso.

La sanidad fue ayer protagonista de un debate en el Parlamento andaluz. José Antonio Castro, de IU, y Moreno Bonilla, del PP, pusieron sobre el tapete las cuestiones candentes y denunciaron el estado de centros como Carlos Haya, que en palabras del citado dirigente de la coalición de izquierdas, «se está desangrando». Bonilla propuso un pacto por la sanidad y recalcó que en Andalucía la atención en verano está bajo mínimos.

Por contra, Mario Jiménez, portavoz socialista, optó, claro, por una pregunta de las de así se las ponían a Fernando VII e incluso a Felipe II, a Cánovas o a Sagasta: qué hay, presidenta, de las investigaciones en biomedicina y los avances imparables y tal. Para lo único que sirvió es para, al menos, escuchar de boca de Díaz que no habrá privatizaciones al estilo de las que hizo Cospedal o hace Feijóo. No nos olvidemos de que no todas las críticas a la sanidad pública son bienintencionadas. También en esto de la sanidad la autocrítica es tenida por enfermedad.