Ya tenemos aquí la Feria. La frase la suelta alguien perezosamente en la sobremesa. Con cierto distraimiento, removiendo en el porche el café con hielo y como por sacar al aire un asunto de conversación que mate el zumbido del ventilador. Un goterón aterriza en el mantel a cuadros. Ya tenemos aquí la Feria, afirma con pereza alguien en el ascensor una vez agotado el tema de la climatología, a lo que interlocutor (calculando que la cadencia y velocidad de la frase no deje finalmente un silencio entretanto se llega al sexto piso) responde lánguido: «Ya está aquí la Feria, sí. Ya ha pasado un año». Pues ya está aquí la Feria. Ayer fue presentada. Paradoja: la Feria no necesita presentación, dado que la conoce todo el mundo. Todo el mundo es toda Málaga y gran parte de España. Aunque en realidad, habría que decir las ferias, ya que hasta el más pintado lleva una dentro. Que califica de ideal. Hay quien incluso lleva una no Feria dentro. Y se le ve en la cara. Otros portan en su interior una Feria continua. Igualmente se les nota en la faz. La Feria fue presentada ayer por unos munícipes que compartieron con nosotros la ansiada información de dónde, cuándo, por qué y contra quién. Hasta que hora. Este año hay novedades. La frase (este año hay novedades) es también del tipo ya está aquí la Feria, un bucle o repetición. Empero, es cierto que esta vez conviene detenerse en algunos elementos: se acaba con la unificación de la música. Ahora, cada uno a su ritmo. La melodia única, municipalizada y altavocera era para unos la dictadura del folclore. Para otros era la manera de preservar nuestro rico acervo protegiéndolo de la invasión de ritmos que sus detractores calificaban de nocivos, tal vez por ser proferidos en inglés por famosos conjuntos melódicos compuestos por virtuosos de la guitarra y la voz poco dados a frecuentar peluquerías. Los bares podrán organizar actuaciones en su interior. Ojo a este dato que va a propiciar un importante cachondeo en no pocos establecimientos. O sea, volvemos a potenciar la Feria del Centro. A mí, plin. O plan. O tarantán tan. Lo que me gustaría resaltar es que potenciarla es dar un vaivén. Unos años se quiere matar, otros años se potencia. El Ayuntamiento tiene una relación amor odio con la Feria del Centro que bascula hacia el lado del amor cuando la hostelería está fuerte y organizada, como ahora es el caso. El Consistorio vuelve a obligar a que la música cese a las seis, ilusionándose con que esa medida fomente el ordenado caminar hacia la morada.

Más bien propicia el internamiento en bares en los que parece que son las dos de la mañana. O no, por que a lo mejor son bares en los que hay ese cachondeo (actuaciones propias) que antes citábamos y resulta que la Feria del Centro dura hasta el alba. Ya está aquí la Feria y a uno le entra esa pereza que precede a las grandes citas que lo son por que atañen a la memoria, la melancolía, lo que fue, lo que pudo haber sido y no fue, lo divertido que resultó aquel año o lo muermo que fue ese otro. Ya tenemos aquí la Feria. Goterón.