El baloncesto de cantera malagueño está recibiendo grandes alegrías este verano. El oro en el europeo sub veinte de Francis Alonso; Domas Sabonis jugará los Juegos Olímpicos con Lituania; Romaric jugará en la ACB en Manresa; Mo Soluade seguirá creciendo en Burgos; o la renovación de Alberto Díaz, que después de su gran temporada era merecida.

Los casos de Romaric y de Soluade son parecidos. Unicaja decide no sacar equipo en LEB y busca una cesión para que jueguen sus jugadores más prometedores porque en Málaga no podrán hacerlo. Tiene su lógica. Gustará más o menos pero es una opción cuando aquí ya no hay donde jugar. Sin ir más lejos, Alberto Díaz tuvo que marcharse primero a Bilbao y después a Fuenlabrada buscando minutos en una competición en la que poder crecer.

Esta decisión también tiene sus riesgos. Al entrenador del primer equipo, Joan Plaza, por todos es sabido que le gusta trabajar con más de doce jugadores. Además, suele usar los jugadores de mayor nivel físico y técnico de la cantera para entrenar cuando tiene bajas por lesiones en su plantilla. El hecho de dejar salir a estos chicos le impedirá tenerlos en cuenta a la hora de planificar el trabajo. Es por esto que parece que hay alguna duda en dejar salir a Kenan Karahodzic, un chico con el que Plaza ha contado para el trabajo diario desde que lo conoció a su llegada a la Costa del Sol.

Quizás, una de las virtudes que más gustó de él al entrenador es que es muy inteligente y no hay que explicarle las cosas dos veces. Kenan ha compaginado estas últimas temporadas los entrenos del primer equipo con jugar con el segundo equipo. Esto es algo de enorme valor y gran dificultad. Entrenas con los mayores donde no eres importante y juegas con un equipo con el que apenas entrenas (hay semanas que nada) teniendo que asumir un rol principal. La dificultad es máxima y por esto han pasado muchos jugadores jóvenes, los mejores siempre. Recuerdo que a Alberto Díaz, también le costó adaptarse a esta situación cuando Repesa lo subió al primer equipo para participar de los entrenos.

Es evidente que, tal y como trabaja el primer equipo bajo la dirección de Plaza, es mejor que Kenan se quede y ayude a entrenar. Pero no tendrá sitio donde jugar. Si el club cree en el chico como jugador de futuro llegó el momento de buscarle el mejor sitio posible para que siga creciendo. Y el mejor sitio posible es aquel donde crean en el jugador y tenga la opción de ganarse minutos en los que demostrar si tiene capacidad de crecer o no, de comerse la puerta del vestuario y mostrar hambre y ambición.

Karahodzic es un jugador de más de dos metros que juega en la posición de cuatro. Uno de esos cuatro modernos capaces de jugar de cara y de espaldas al aro, echar el balón al suelo y tirar de tres puntos. Viene de jugar el europeo sub veinte, como Francis Alonso. Kenan jugó en la División B y fue uno de los jugadores más destacados. Calidad técnica tiene. Físico e inteligencia también. Ahora le llega el momento, como a sus compañeros, de tener la oportunidad de demostrar hasta dónde puede llegar. Dejar de ser ese joven que gusta entrenar porque hace cosas que otros no pueden y convertirse en un jugador.

Seguro que esto será perjudicial para el trabajo diario del primer equipo. Pero cuando se apuesta por un camino, el de no tener segundo equipo, hay que asumirlo con todas las consecuencias. Otros chicos más jóvenes e inexpertos serán los que deban ayudar en el Carpena a los mayores. Esto también es parte de su formación, como la fue de otros en su momento. O habrá que pensar en otras fórmulas. Pero sería un error no dejar salir a chicos que piden a gritos disfrutar de la oportunidad de demostrar qué capacidad tienen y hasta dónde pueden llegar.

Es evidente que siempre existe un riesgo cuando se deja salir. No es fácil volver y muchos nunca regresan. Pero es un riesgo que hay que asumir cuando los chicos no tienen un equipo inscrito en una competición al nivel de sus posibilidades. Lo que es seguro es que cualquier jugador joven necesita jugar para crecer puesto que crecer sin jugar dificulta mucho más un camino que ya de por sí es muy complicado.