Alguien tenía que escribir una novela sobre Alejandro Sawa (1862-1909). Y lo ha hecho Pepe Cervera. La acaba de publicar la editorial Menos cuarto. El libro sobre el gran bohemio malagueño-sevillano que inspirara un mítico personaje de Valle-Inclán (Max Estrella) se llama precisamente así: ´Alguien tenía que escribir un libro sobre Alejandro Sawa´.

Cervera mezcla en el volumen la vida de este desmañado genio que probó suerte (y absenta) en Paris y Madrid, que acabó medio loco, nunca tuvo un duro y fue dueño de un gran talento, con el proceso mismo de redactar la novela. Con sus propias cuitas para hacerlo.

´Diario de un vencido´, título no premonitorio y sí descriptivo fue una de las grandes obras de Sawa, de origen griego.

Estoy leyendo el libro en la cama, tengo los pelos muy revueltos y no tengo un duro. No es que suela irme al catre con un fajo de billetes, quiero decir que, en general y en estos días concretos estoy seco. Mojama. Y llego a una escena en la que Cervera describe al prota en penoso lance, traje raido, esposa hacendosa junto a él, despeinadísimo, pensativo, encamado. Coincidencias de la vida. Alguien debería leer un libro sobre Sawa en la cama, me digo a mi mismo, dado que lo de escribir un libro ya lo ha hecho alguien.

El autor del libro cuenta como su compañera le regaña a menudo a causa del desorden de su despacho, lleno de recortes y documentación sobre Sawa. Friquismo del bueno. Se identifica uno. La obsesión crece en Cervera y un día en Málaga, donde vino hace años para presentar un libro de relatos, toma una cerveza en calle Císter y alguien le informa de que allí mismo tenía su sede un diario, Mediodía, donde Sawa y su amigo Salvador Rueda trataban (el primero por necesidad, el segundo por mantener fama) de colocar alguna colaboración o artículo, una columna, un texto. Un algo. Por aquel entonces Sawa aún era joven, no había decidido, o sí, irse a Madrid, vestía decentemente y dejaba ir sus días emborronando folios en casa y zascandileando por calle Granada, la plaza de la Merced y semejantes y cercanos andurriales. Había cafés. Incluso cafés literarios, pero no iba a encontrarse, como sí le ocurría en los de Madrid, con grandes de la época con los que compartir conversación. «Del país Miseria, lo sé todo», dijo el autor de ´Criadero de curas´, que no obstante, cuando era redactor o columnista de importantes periódicos de su tiempo, como El Imparcial, sí conoció alguna época de bonanza y felicidad conyugal, ingresos a fin de mes y amigos célebres como Rubén Darío.

Me obsesiono pensando si Cervera está obsesionado con Sawa, como me pasó a mí un tiempo o si esa obsesión es una pose. Alguien ha escrito un libro sobre Alejandro Sawa y lo ha hecho muy bien. Ha rescatado del relativo olvido o el olvido relativo a un pseudomaldito. Salgo de la cama y voy en busca de la biografía que hace unos años le dedicó Amelina Correa. Tardo en localizarla. Los libros también son bohemios y hacen su vida. Por fin la abro al azar y leo un párrafo donde cuenta el posible proceso de escritura de una de sus obras, compulsivo en ocasiones. Son las tres de la mañana y alguien debería volver a la cama.

Pongo Alejandro Sawa en Google y la computadora quiere llevarme a Alejandro Sanz, que también tiene mucho talento y no sé si es igual de bohemio. Tampoco es mal personaje. Canta bastante bien. Indago en él. Alguien debería escribir una novela sobre Alejandro Sanz. Incluso sobre Jorge.