Alguien parece estar diciendo «me río de Río», con la excusa de los JJOO que comenzaron ayer. Sólo hay que intentar comprender algo de lo que allí pasa para comprender que lo que pasa es que no comprendes casi nada. Es el efecto colateral que se produce a la hora de pseudoinformar, o de informarse a la manera globalizada que dicta la era Pokemon Go. Y aquí, en este rincón del sur de Europa, que con la pasada noche de terral muestra más su condición de norte de África, el eterno retorno de la Feria lo envuelve todo un agosto más…

¡Viva la Feria! Una feria más bailaremos. Y muchas sevillanas, aunque escribiremos que se bailan muchas malagueñas. No es que importe. Cada vez hay más muchachada que aprende a cantar y bailar ritmos de la tierra, pero es más una cuestión cultural que mayoritaria y popular. Lo que importa es que al menos queda gente que se contonea y divierte a un ritmo andaluz, sobre todo en el Real, sea por sevillanas bailadas con más arte que academia o con las socorridas rumbitas, ideal para mover brazos y caderas ellas y para que pongamos poses de toreros nosotros, se sea o no animalista. Qué sentido tiene esta alegría sureña si no es el de parecer sureña, incluso malagueña si es posible, por muy diluido que esté el ser malagueño. Qué sentido si no tiene esta defensa de la alegría según el sur andaluz, esta feria que escribimos cálida pero es calurosa en verdad, sobre todo de día. Por eso desde que bailar el venao el venao o follow the líder líder líder se fue convirtiendo en la algarabía de la población activa frente a la algarabía registrada, uno celebra con un Ole cada vestido de flamenca y cada camisa puesta.

Vivos de Feria. Y celebra cada muestra de respeto malagueño hacia su Feria, que es lo mismo que hacia su ciudad. Porque cada envase que se tira al suelo, cada meada contra una fachada recién recuperada o eternamente por recuperar, cada pelea provocada o no eludida, cada insinuación machista, cada bajada de bragas en plena calle (aunque sea una cosa minoritaria), cada gesto homofóbico, cada empujón descamisado y sudoroso a alguien que pasa con su hijo de la mano, cada burla de un turista que lleva calcetines a pesar de llevar sandalias para que no le salgan sobaduras de tanto andar (o porque le da la gana), cada altavoz de baja calidad, cada estridencia que sólo busca aturdir para hacer caja, cada vomitona pública, cada cuenta en la que te la meten doblá y cada promesa a la carta en la que te meten la bacalá, convierten a los autores no sólo en un problema de feria, sino en enemigos de su ciudad. Van contra el presente y el futuro de una ciudad que se pretende destino turístico idiosincrásico y de calidad, para salir de ésta.

Cosa más linda. Si de Río nos cuentan que se mueren los delfines por la contaminación de las aguas, con foto de un ejemplar agonizante. Si nos dicen que no sólo la policía sino el ejército acompaña como guardaespaldas a cada deportista (incluidos los sospechosos de dopaje, sin riesgo de ser detenidos, eso sí). Si nos informan de que los deportistas de vela, los piragüistas, los regatistas entrenan en aguas fecales. Si salta la noticia de que el vicecónsul de Rusia ha matado a alguien que pretendía atracarle. Si el equipo de baloncesto chino graba desde el autobús a vendedores ambulantes protegiéndose de un tiroteo. Si el miércoles tres turistas suecos que han viajado a Brasil a ver los Juegos sufrieron un secuestro exprés. Si con lo sabido del mosquito que infecta el virus del Zika los estadios olímpicos no han sido envueltos en un gigantesco mosquitero. Si éstas y otras cosas nos han ido salpicando en los medios, cómo vamos a seguir con normalidad los logros de los atletas sin estar pendiente en los planos cortos de si un mosquito se posa en el cuello de un ganador en el podio, o de si al colgarle la medalla llega alguien por detrás y se la arranca al vuelo antes de que le dé tiempo a elevar los brazos hacia el cielo de la victoria, casi como los brazos del esculpido Jesús del Corcovado pero más hacia el azul aún.

Onda Azul. Otro azul que parece manchado es el de la RTV municipal de Málaga, Onda Azul. La nueva directora ha requerido luz y taquígrafos al consejo de administración para las torcidas inercias que ya se van conociendo. Debía hacerlo por servicio público, para limpiar el nombre -que no para ensuciarlo, como la acusan algunos interesados en que no se remueva el agua estancada- del que debería ser un medio de comunicación para todos que se sufraga con el dinero de todos. Debía hacerlo también en defensa propia, como cualquiera que llega a un cargo. Ahora le tocaba firmar a ella lo que se intentó dejar «atado y bien atado». Lo dicho, luz y taquígrafos… Porque hoy es Sábado.