Además de los otros por antonomasia, que son los demás humanos, están los otros otros, que son los animales. Al leer hace poco un titular sobre el «primer caso de comunicación entre humanos y animales salvajes», a propósito de los mensajes de un avecilla cuyo nombre científico es «indicator indicator», sonreí, porque comunicaciones y cooperaciones así debían de formar parte un día de la práctica habitual, y se ha perdido en esa regresión (en tantas cosas) a la que llamamos progreso humano. Infundimos demasiado miedo como para restablecer puentes. En eso pienso al desayuno, viendo las golondrinas subir y bajar de un nido que han construido a tres palmos de la ventana de la cocina. Si han hecho su morada familiar tan cerca es que no todo está perdido, pero cuando ven mi cuerpo tras la ventana abortan su aproximación para cebar a las crías, y yo mismo me asusto del miedo que infundo.