Corruptos al poder

Fue la segunda vez que el PP ganó las elecciones generales y al estar en minoría precisa de apoyos para investir a su candidato Rajoy y formar gobierno en Moncloa, situación que sorprendió a propios y extraños, porque es bien sabido que rebosa mala praxis social y corrupciones por doquier, pero parece ser que ello no influye en sus votantes.

Mi razonamiento particular es creer que su electorado los prefiere incluso así, porque son de los suyos, y los otros, los no corruptos o menos, los ven como algo nada claro y temen un cambio demasiado radical, por cuanto los de ahora, pese a sus pesares, les garantizan una estabilidad corrupta y no les importa lo más mínimo.

Otra cosa es que lo hayan hecho inconscientemente o por miedo a gobiernos desconocidos de reacciones adversas a su ideología, pero opino que es lastimosa dicha preferencia que desvela cuán de complicado tenemos el bloqueo político actual.

Hay dos bloques: uno de derechas y otro de izquierdas, y el primero va más tranquilo «en funciones» esperando los fallos del segundo, (que los tiene), sobre todo en acuerdos de unión entre los de su ideología.

La fuerza de derechas C’s quiere exigir a Rajoy a cambio de su apoyo unas reformas que le será difícil de aceptar, por ser casi similares a las del PSOE, pero me podría rendir a la evidencia de que en política todo es posible e imprevisible. Lo malo es que existe aún el riesgo peligroso de tener que asistir a la 3ª consulta electoral.

Lluís Vinuesa Serrate. Málaga

El efecto Mireia

Del aparente desastre olímpico que por ahora significa nuestra participación en los Juegos de Río de Janeiro, sólo nos están salvando unos cuantos y, sobre todo, cuantas. Entre éstas sobresale la brillante actuación de la ejemplar nadadora Mireia Belmonte y su medalla de oro en 200 metros mariposa.

Ejemplar también porque ha dejado gestos que van más allá del oro. Como fuera que, nada más bajar del podio tras escuchar emocionada el himno, saltándose literalmente el protocolo y las mil prohibiciones de rigor, subiera a las gradas buscando a su padre y, tras abrazarle, recogiera de éste una bandera de España que mostró durante todo su recorrido triunfal alrededor de la piscina. Ahora que vivimos un momento difícil de nuestra historia, cuando una parte de españoles de una parte de España (esa misma donde nació Mireia), pretende separarse del resto porque se sienten superiores y diferentes, un acto tan valiente y generoso como el que hizo esta mujer portando alegremente la bandera de España, es algo que va más allá que ese oro que tan merecidamente se ganó. Una mujer que sí que ha demostrado su superioridad y diferencia en capacidad de sacrificio, superación, esfuerzo y méritos. Si según el denominado «efecto mariposa», el simple aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo, cuando Mireia batió en Río sus alas de campeona, en este lado del mundo nos provocó el desbordamiento de un orgullo: el de ser españoles, como ella.

Miguel Ángel Loma Pérez. Málaga