Cada vez que recuerdo la frase: «Yo no he sido, lo juro», vienen a mi mente las tropelías diarias que cometía mi hermano José Luis, quince meses mayor que yo y ojito derecho de mi difunta madre. Aunque pensemos que las criaturitas no son conscientes de los sentimientos de las personas mayores, estamos en un gran error. Lo que ocurre es que si «el perjudicado» es observador e inteligente estará siempre «de buenas» con el «privilegiado», y así disfrutará de una vida muchísimo más reposada. Hasta los bebés saben adaptarse a las circunstancias del momento, lo malo es que parece ser que con el transcurso de los años esta capacidad se desgasta y somos incapaces de hacer frente a las tonterías de nuestros semejantes. ¡Pena, penita, pena!, que cantaba la muy recordada Lola. Flores.

Creo que el «finde» va a estar metidito en aguas. No, no soy meteoróloga ni bruja, lo que sí tengo es buena vista y diviso frente a mi ventana unas nubes negras, negrísimas, que se están haciendo dueñas de nuestro Monte San Antón, así que, en dos o tres horas, veremos muchos paraguas abiertos, como si estuviéramos en Galicia, mi tierra. Llaman a mi puerta, disculpen.

Eran mi nieto Salva y dos de sus compañeros de instituto. Una vez alimentados -dicen que no llegaban vivos a sus casas por falta de proteínas- vuelvo a sentarme para terminar esta accidentada crónica. En el fondo me da mucha alegría que piensen en nosotros -mi marido y yo- para comunicarnos tanto noticias buenas como las menos buenas, aquí no encuentran demasiados mimos, porque no somos así, pero sí les damos ánimos y muchísima comprensión para todo lo que hacen y para lo que no han logrado hacer. No todos tienen la suerte de tener un hombro donde poder reír o llorar. Para eso estamos los abuelos. ¡Pues qué bien!..