Tanto el Gobierno de Estados Unidos como la Comisión Europea mantienen su intención de cerrar este mismo año, antes de que Barack Obama finalice su mandato, la Asociación Transatlántica sobre Comercio e Inversión (TTIP por su siglas en inglés y ATIC en español), un tratado de libre comercio que se viene negociando en penumbra desde 2013. Sin embargo, las críticas al proceso que se han lanzado en la última semana desde Alemania, Francia y Austria amenazan con dinamitar un acuerdo que según la Comisión Europea y el Gobierno de España supone una gran oportunidad para las pequeñas y medianas empresas españolas, que ya no tendrían barreras regulatorias para acceder al principal mercado del mundo.

Hasta ahora, la oposición al acuerdo procedía principalmente de movimientos ciudadanos que consideran que el TTIP, con su convergencia normativa, supone una amenaza para el poder de los órganos democráticos de los países y sólo responde a los intereses de las grandes empresas y grupos financieros. Esas plataformas han logrado que más de 1.800 ciudades europeas se hayan declarado simbólicamente territorios libres de TTIP y es llamativo que Francia (665 ciudades), Austria (359) y Alemania (358) sean los países donde más ha calado el movimiento crítico.

El pasado fin de semana, el vicecanciller alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, dio «de facto por fracasado» el proceso de negociación del acuerdo comercial y días después el presidente de Francia, el socialista François Hollande, anunció que pedirá a sus socios europeos el fin «puro, simple y definitivo» de las negociaciones con Estados Unidos porque, a su juicio, están desequilibradas. Su secretario de Estado del Comercio Exterior, Matthias Fekl, puntualizó que no es la Comisión Europea la responsable de la «deriva», sino que el problema es que «los estadounidenses no dan nada o dan migajas» y que «así no se negocia entre aliados». Y para completar las críticas, el ministro de Economía de Austria, Reinhold Mitterlehner, abogó por detener la negociación y empezar las conversaciones de nuevo tras las elecciones de noviembre en Estados Unidos. A juicio de Mitterlehner, que es también vicecanciller, el rechazo popular al acuerdo está tan extendido que ya no es posible una discusión sobre su contenido. Los gobiernos de Francia y Austria y el ala socialdemócrata del de Alemania son sensibles ahora a la contestación ciudadana al TTIP. No hay que olvidar que el próximo 2 de octubre habrá nuevas elecciones presidenciales en Austria, que en Francia serán en abril de 2017 y que en Alemania se convocarán después del verano. Al Gobierno socialista de Francia, erosionado por una impopular reforma laboral, le conviene ahora mantener distancia con los intereses de Estados Unidos, pero es llamativo que ni Francia, ni Alemania, ni Austria muestren las mismas reticencias con el acuerdo de libre comercio con Canadá, el CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement), cuyo texto ya está cerrado tras cinco años de negociaciones y será uno de los asuntos que se discutirán en la reunión informal de ministros de Comercio de la Unión Europea que se celebrará el próximo 23 de septiembre en Bratislava. En ese encuentro, la Comisión Europea espera que los países aclaren sus posiciones sobre el futuro acuerdo con Estados Unidos, si han cambiado su postura con respecto a 2013, cuando todos, de forma unánime, le concedieron el mandato para negociar el TTIP.