La imagen del verano, en el apartado gañán de la elección, es el braceador que más me tiene pillado. Yo creo que no hay nadie en el país, quizá en el mundo, que camine así, que mueva los brazos así, que ponga la cara y los labios así, que dé tanta grima, coño, y acabe uno torciendo el gesto cuando ve a Mariano Rajoy en una de sus caminatas. No tengo que extenderme mucho en la descripción porque este verano, mientras el tío iba y venía por los andurriales gallegos pidiéndole a san Santiago apóstol que ni de coña se forme Gobierno, que se está como dios en funciones, que haces lo que te sale de la bola y no das explicaciones ni a María Patiño que te las pidiera, por mucha vena que inflara apelando al verdadero periodismo, pues eso, que este verano hemos visto al gallego más de una vez braceando como sólo él bracea en el mundo, doblando los brazos a la altura de las lorzas en un estricto ángulo de 45 grados, es decir, el braceo va del hombro a la raya del ombligo dando la imagen atroz de un muñeco articulado que provoca hilaridad y angustia. ¿No hay nadie que le diga que así no se echa uno al monte, que así no hay quien te tome en serio, que así hasta los perros de la Moncloa se parten la mandíbula a espaldas del presidente cada vez que por la mañana sale el huevón con esos andares de estrambótico militar de circo? Bien, pues siendo esto grande -notable diría mi hombre-, no es nada comparado con lo que sale por su boca. En campaña electoral los políticos dicen que bajarán la luna para que los enamorados se la rifen, que habrá langosta para todos, y que por desear, tus deseos son órdenes, incauto votante. Cada cual se queda con lo que le interesa. Los del fútbol con que será gratis. Los profesores con que volverán a ser prestigiosos. Los pensionistas con que subirán las pensiones, y que si votan al otro no sólo no subirán sino que peligran. Yo me quedé con el ojo torcido con el braceador Mariano Rajoy. Dijo don Mariano que lo que deseaba, soñaba, y le excitaba era tener una tele en España como la BBC. Tuvo cuatro años para conseguirlo, pero hay que ser canalla y un cínico de manual para decir eso con un brazo y dar mamporros con el otro para derribar RTVE, para desprestigiar el tinglado público, para desmantelar una tele hasta hacerla irrelevante, y el hazmerreír del resto.

Tú serás mi esbirro

Ya me imagino a Rajoy renegando de sus palabras en cuanto le pusieran delante al Stephen Sackur español en su media hora de Hardtalk, una entrevista para BBC World News en donde el periodista no pide permiso para preguntar sino que, tranquilo, sin alzar la voz, acorrala con educada maestría al invitado, que se puede retorcer como una alimaña, pero acaba de nuevo frente a la pregunta del principio. Rajoy quiere una TVE como la BBC como yo un cuadro en mi salón pintado por Humberto Janeiro, como yo ver juntos a Bertín Osborne y a Paz Padilla, como yo creerme los arrumacos por el cambio entre el maduro Rajoy y el bombón Albert Rivera. Abramos un apartado para este tipo, ese joven eléctrico que transmite un nerviosismo de adolescente pajillero que sólo piensa en meter. Nunca sabe si reír o ponerse serio, así que siempre aparece en la tele como inquieto, como si le picara algo por dentro, y no sabe si sacarse el puño de la camisa, abrocharse la chaqueta o mandar a la mierda la corbata. No para. Tiene azogue. Es lógico, en ese sinvivir interno de ríos revueltos y demonios cojoneros, que hoy diga que a Rajoy ni agua y mañana le llene palanganas de almíbar y néctares exquisitos. Es lógico que se haga la foto con el Consejo de Informativos de TVE el 14 de octubre de 2015 para garantizarles que si tocaba poder exigiría que la elección de la dirección de RTVE se haría si era aprobada por, al menos, dos tercios del Congreso, es decir, volver a la ley que aprobó Zapatero y que llevó a TVE a su etapa más brillante, respetada, y con mejores informativos, premiados y reconocidos dentro y fuera del país, y al tiempo, en la escena de la firma con Rajoy para la no investidura, el acuerdo entre Ciudadanos y PP hable de que se nombrará a la dirección del emporio público «en base a criterios de profesionalidad y excelencia». O sea, que volverá a ser el Gobierno quien saque su dedo y nombre a su esbirro.

Murcia, qué dócil eres

Carlos Alsina, el hoy renombrado y reconocido periodista, ese que sin levantar la voz, pero sin soltar la presa, puso en ridículo varias veces a Mariano Rajoy no porque fuese su intención sino porque su interlocutor se mostró noqueado ante preguntas tan fáciles de responder pero tan difíciles de asumir por alguien acostumbrado al escapismo, ese, preguntado por la relación entre periodistas y poder dice que el poder quiere muñecos de ventrílocuo, y a ser posible que no se note que maneja el muñeco. Vaya. Según la famosa grabación que circula por redacciones, redes, diarios digitales, despachos, y saltado de un amigo a otro, Juan de Dios Martínez, responsable de RTVE en Murcia, ha descorchado el champán y ha dejado salir al ventrílocuo que lleva dentro al servicio del PP. Qué vergüenza. Cuando doña Cospedal I de Castilla se encocoraba contra la tele pública de Zapatero reclamaba en realidad un modelo de televisión como el que ahora dice representar el murciano Juan de Dios, es decir, tener a mano un ventrílocuo eficaz, a tope con la causa, dispuesto a todo, y que no se note, joder, y mucho menos que lo reconozcas -la información la doy como yo quiero darla, dice el murcianico, o sea, que la manipula a su antojo-, aunque sea en un corte robado. Ya puede el amante súbito de la BBC, mi Cid braceador, mi braceador campeador preferido, poner en práctica su amor, llegar con la escoba, el recogedor, la fregona y el amoniaco, y hacer limpieza profunda. Y que baje a Murcia, qué dócil eres. Por cierto, ¿ha dimitido ya Juande?

La guindaMisterio zoom

Lo de Íker Jiménez sí que es un misterio. No sólo se sube cada domingo a la nave de Cuarto Milenio, esa en donde pone caras muy serias para no descojonarse echando por tierra su mascarada sino que ahora, Cuatro, y va por la 12 temporada, le regala otro tiempo al que llama Cuarto Milenio Zoom que se emite antes del original. ¿Qué hay detrás de la histeria de Pokemon Go? Íker lo cuenta el domingo. Aguantando la risa.